Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
La nueva forma de gobernar de Andrés Manuel López Obrador es muy poco entendida y también muy poco aceptada. Si hay que ser exigentes, no importa tanto eso como los resultados de esa nueva forma de gobernar que no es mala, ni buena, sino simplemente diferente; es muy pronto para emitir un juicio imparcial y certero. Vislumbra, eso sí, modificaciones a la tradicional forma de ejercer el poder y estas obligatoriamente, vendrán a afectar actitudes y acciones que por inercia existen y se van a resistir a extinguirse. Lo primero que va a observarse es la resistencia de grupos, sectores, partidos políticos y particulares que no esperaban un giro tan pronunciado en la forma de mandar.
López Obrador le jaló la cola al diablo con este asunto del nuevo aeropuerto internacional. Se miró de frente con los inversionistas que tienen un enorme poder en el régimen en turno. Retó viendo a los ojos a sus más acérrimos enemigos y detractores y frenó lo que era impensable parar: los costos ya pagados en el proyecto de Texcoco. Cualquiera tachó y considera loco al presidente electo y hay mucho de eso pero para ser del tamaño de los sueños hay que estarlo. La locura es arrojo, es reto, es mirar a largo plazo, en confianza, fe, es pensar como nadie y actuar como pocos, es luchar para ser y pasar a la historia.
Al tabasqueño se le critican muchas cosas, incluso que la famosa consulta pudo no ser ni tan transparente ni tan democrática, que no debió ser vinculante, que es anticonstitucional y en parte es todo eso, pero alguien lo tenía que hacer y aplicar el resultado.
La gente opinó y según la idea de algunos mexicanos líderes de opinión, tal proceso de consulta carece de validez pues quienes participaron no requieren de aeropuertos ni de aviones para vivir. U ocupan esos servicios muy de vez en cuando. Por ello, dicen, todo ese ejercicio no sirve, pero olvidan que hay otro argumento por el que votaron y que es no a la desaparición del lago de Texcoco, no a un ecocidio, no a la eliminación de los mantos freáticos… esa opinión, creo, pesó más que un avión, más que unas pistas de aterrizaje y que los inversionistas que de todos modos, no verán perdidos sus dineros.
Dejemos de lado la presunta corrupción en la asignación de contratos para la construcción del NAICM, no caigamos en los chismes de que en ellos estaban prominentes familiares de funcionarios del actual régimen, no nos vayamos con la versión de que la AFORES estaban siendo invertidos ahí sin el consentimiento de los ahorradores e ignoremos voluntariamente que Peña Nieto obtuvo el famoso diezmo. No lo demos como un hecho sino apenas démosles el beneficio de la duda. La verdad es que el proyecto, corona sexenal del PRI, nació muerto o muy grave. Era cuestión de tiempo.
López Obrador puso al país de cabeza desde hace tiempo. Primero por su manera de pensar y de hablar, luego por la forma de hacer política y conducir su campaña electoral y finalmente por el modo y circunstancia con las que ganó las elecciones presidenciales. El anuncio de suspensión definitiva a la construcción del famoso aeropuerto en Texcoco ha enloquecido a más de uno. Los que están en contra vociferan, anuncian el fin del mundo, pronostican plagas bíblicas y desastres naturales y artificiales. Los que están a favor aseguran bonanza, riqueza dicha, paz y amor.
Hay que ser tolerantes. Los extremos siempre son malos. A México no lo va a definir un proyecto por muchos miles de millones de pesos que cueste un proyecto y no va a cambiar el rumbo de América Latina y del mundo porque alguien haya llegado al poder para cambiar el orden de las cosas. Todo va a ser, simplemente, diferente. En todos los sentidos. Habrá errores y horrores como los hay en todo el mundo y habrá siempre la libertad para expresarnos. Que opinen los expertos que saben y que lo apruebe el pueblo que es el que manda.
Quienes más van a protestar y a confrontarse con el nuevo próximo presidente de la República serán aquellos que van a ver afectados sus intereses oscuros y quienes han vivido siempre al amparo de la corrupción y la impunidad que mucho hay de eso en el tema de los aviones. Los que no cotizamos en la bolsa de valores, los que no nos trasladamos de Chiautempan a Tlaxcala en avión ni nos preocupa. No tanto. A nosotros nos toca ser tolerantes, pacientes, críticos y observadores.