AMLO, la hora de la verdad

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

La llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder significa una esperanza en muchos sentidos aunque su ascensión se da en el peor momento en cuanto a violencia generalizada y corrupción se refiere. Su propuesta de gobierno, en muchas formas diferente y con un lenguaje y motivación esperada por millones de mexicanos, abre un abanico de posibilidades y expone un arcoíris de anhelos de justicia pospuestos por años.

El tabasqueño arriba al escenario nacional como un presidente de la República fuerte y pletórico de confianza; llega al contexto internacional como un líder nato que no sólo rompió barreras e inercias que mantuvieron al PRI y al PAN en el poder, sino que su discurso dio voz a los callados y esperanzas a los desahuciados. Eso impuso enormes expectativas en todos los sectores y ahora debe cumplir, tiene que cumplir pues el éxito de su gobierno radicará precisamente en honrar su palabra.

No le será fácil. En algunos problemas nacionales será prácticamente imposible su solución pues el cáncer de la corrupción, del nepotismo, del conflicto de intereses y la impunidad ha hecho metástasis y prácticamente ha podrido enormes sectores de la vida pública, de la economía, del poder judicial y de cualquier forma de administración.

López Obrador sabe que no será con buenas intenciones como va a solucionar los enormes problemas de México. Se ha rodeado de gente apta, con sueños y formas tangibles de hacer las cosas pero todos se van a enfrentar a quienes están en contra de todo y a favor de nada. Quienes tienen el poder del dinero lo utilizarán para estorbar y entorpecer el nuevo gobierno. Los pactos de la mafia con el actual poder en sus tres niveles tratarán de imponerse y en algunos puntos del país van a lograrlo.

Toda forma de gobierno o de poder en México se encuentra inmerso en una enorme y grave crisis de credibilidad. Incluso las iglesias y las ONG padecen la duda y la sospecha de la sociedad. El ciudadano de a píe no cree en los discursos de los políticos, titubea al ponerse en manos del sistema de justicia, teme al poder judicial y le aterra confrontarse con el policía, desea no tener que acudir al Ministerio Público o hacer fila en cualquier oficina burocrática. El sistema está corrompido, el régimen está en agonía y enfrenta el desprecio del pueblo.

Por eso es que Andrés Manuel López Obrador debe enviar mensajes claros de un cambio real, sostenido, confiable, de larga duración, dirigido al pueblo… debe hacer partícipe al ciudadano común de sus decisiones y consultarle sobre las acciones que lo van a afectar o beneficiar. Debe buscar su confianza, decirle de forma directa que es el pueblo quien manda y lograr que ese pueblo lo entienda y acepte.

México y América Latina sabían que el sistema de gobierno impuesto por el PRI y por el PAN ya había dado de sí. Los vicios y conflictos, actitudes y omisiones de la política y los políticos caían en la aberración y en la estupidez, mismas que aplaudían quienes se beneficiaban de ellas viviendo como monarcas en un país de más de 53 millones de pobres y seres envilecidos en la miseria.

El próximo presidente de la República nos dijo que escuchó esos mensajes desesperados de los sin voz, que hizo suyos los urgentes y angustiosos llamados de quienes nada tienen, que se dolió de quienes sufren la arrogancia del poder y la incompetencia e ineptitud de los funcionarios que cobran ofensivas cantidades… nos dijo que todo eso va a terminar. Millones se lo creyeron, millones le dieron un cheque en blanco y ahora esperan que les cumpla.

Cierto es que hay posibilidades de cumplir lo ofrecido. El nuevo presidente de México es hábil e inteligente. Operará desde el principio irrefutable de la honradez. Centrará la operatividad de su proyecto desde la anulación de la corrupción. Esos dos aspectos, visibles e hirientes del pueblo, serán los ejes que harán funcionar la maquinaria institucional. Si lo logra en los primeros meses de su gobierno se estará encaminando a una verdadera transformación y se convertirá en el gigante líder del continente y en el centro de atención mundial; si falla, tal vez para México ya no haya una segunda oportunidad.

A la sociedad mexicana no le queda otra que brindarle su confianza y esperar esos mejores tiempos que no llegarán por arte de magia, sino que convocan a todo el pueblo.

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