Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Ninguna forma de violencia es aceptable ni explicable. No existen argumentos, pretextos o justificaciones para tratar de explicarla. La violencia es la actitud más acabada de ignorancia, de incivilidad y muestra inequívoca de degradación humana. La violencia es más condenable cuando se agrede a una persona indefensa o a alguien que sólo cumple con una función como parte de su trabajo, del cual adquiere el sustento para sí y su familia, que es su profesión, su pasión y su modo de vida.
En días recientes hemos sido testigos de cómo a nivel mundial México ha sido catalogado como el país más peligroso para ejercer el periodismo, título obtenido vergonzosamente por el cobarde asesinato de cuatro comunicadores en el mes de enero de este incipiente 2022 y la agresión sistemática a muchos periodistas en estados como Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Morelos y Tlaxcala.
Ejercer el periodismo no tendría por qué ser mortal, peligroso, riesgoso si el oficio trata de ser el puente entre el poder y el pueblo. El periodista es el eco del poder, es la voz de la sociedad en el concierto social, es la conciencia y supervisión del gobernante, es la lupa de la comunidad que examina el proceder de los regímenes. Su origen y razón de ser es la crítica y la propuesta. El periodista tiene la capacidad de sentir el pulso de la gente, tiene la habilidad para interpretar el sentir general y a través de su posibilidad de escuchar muchas voces, crear un panorama casi infalible de la realidad.
Pero eso es justamente lo que engendra el malestar del político y del funcionario inepto, incompetente, engreído, influyente, del que se cree elegido, iluminado e intocable. Su reacción es generalmente agresiva en contra del periodista que lo cuestiona, que lo señala, que lo critica, que expone desviaciones en su función, que exhibe su falta de honradez y su voracidad en la corrupción.
El periodismo es una tarea noble y de enorme utilidad social. Un pueblo sin prensa crítica es un pueblo sometido, mudo, indolente y propenso a ser víctima de la dictadura. La prensa es el contrapeso del poder, es la voz de los grupos y sectores sociales que buscan, a veces como última opción, encontrar un medio para hacerse escuchar. Los medios de comunicación son el muro de los lamentos, son el periódico mural y el argumento, la explicación y la razón de unos y otros.
Los periodistas son necesarios, son insustituibles y urgentes. Su presencia en las culturas y sociedades, desde los inicios de la historia moderna, ha sido considerada como parte de la construcción de las sociedades modernas y son también parte esencial del desarrollo de la economía, la ciencia y el crecimiento de los pueblos cultos y civilizados. Así es como debe entenderse y valorarse la existencia de este fundamental sector de la humanidad, ni más ni menos.
En ese sentido, la violencia en contra de los periodistas es un ataque al Estado, es una agresión en contra de la dignidad humana y un desprecio a la esencia de la sociedad. Matar a un comunicador es eliminar el derecho del pueblo, es intentar enmudecer el grito de clama justicia, es tergiversar la verdad y ocultar la ignominia del poderoso. El crimen en contra del periodista jamás podrá tener justificación, explicación o pretexto.
Es urgente la protección de los periodistas y es de seguridad nacional salvaguardar su integridad física, no sólo del crimen organizado, sino del policía raso que impide su labor con pretextos estúpidos. Es imprescindible dar libertad de acción al periodista pues de esa forma se da la libertad de expresión y el derecho a la información.
El periodista, debe entenderse, no es enemigo de nadie. El periodista es un trabajador como cualquier otro, con un oficio de riesgo como cualquiera y como cualquiera, exige respeto a su labor y su vida.