Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Escuché decir que el futuro no es nada halagüeño para los partidos políticos en México y tampoco se vislumbra un panorama fácil para la democracia en nuestro país. Pese a los demoledores y mortales fracasos de los institutos políticos nacionales, no se ha entendido ni atendido la urgencia de una renovación total, de un cambio definitivo en esas siglas y colores cuyas ideologías han muerto o se han perdido en el tiempo.
Y, por otro lado, el partido de moda, el de las mayorías, el que se ha convertido en el sueño y obsesión de los políticos, MORENA, se enfila hacia su propia extinción primero, porque líderes reales o falsos se han enquistado en él y lo habrán de podrir desde adentro y, por otro lado, con el tiempo, se le va a terminar el discurso y la credibilidad de ser algo diferente al terminársele el combustible paternalista y asistencialista que le dio origen y rumbo limitado.
A nivel nacional, opinan los expertos, existe la seguridad de que el PRI vive sus últimos momentos y en su agonía todavía niega la gravedad de su padecimiento, y sus últimos militantes, además de desconocer la crisis de salud que padece, lo abandonan a su suerte y se desentienden de su cuidado y formas para darle una muerte digna. Lo pocos liderazgos o cuando menos, las pocas figuras visibles que le quedan, hacen de todo, menos aceptar la realidad o reconocer el final.
Analistas nacionales e internacionales, gente con estudios y expertos en política latinoamericana, coinciden en que el PRI camina hacia sus últimos días víctima de los abusos, la corrupción, la impunidad, la arrogancia y por el alejamiento de las dirigencias de su militancia. Pero, sobre todo, porque en el umbral de su extinción, se negó a reinventarse, a refundarse, a cambiar su mentalidad y acciones y actitudes. No se trataba sólo de cambiar de personajes que lo mal dirigían, sino hasta de colores y siglas y discursos.
El PAN también cavó su propia fosa y su final igualmente es atribuible al alejamiento primero, de sus militantes y luego, de su filosofía política. Considerado un partido elitista, de ricos o cercano a la religión, el albiazul impidió el acercamiento de la raza, del pueblo, no se juntó con los pobres, dicen. Los absorbió la arrogancia, se negaron a escuchar y a pasearse en los barrios y colonias. Partido de empresarios y de curas, aseguran quienes los conocen, los panistas nunca fueron opción política, sino que sus triunfos de debieron a circunstancias o coyunturas electorales.
A nivel nacional y estatal, el PAN, como el PRI, es identificado con escándalos de corrupción, de abusos y pésimos gobiernos. Sus últimos dirigentes, nacionales y locales, llegaron sin la aceptación de sus militantes a los que poco nada se les escuchó. Y en vez de reconocer la gravedad del mal que los lleva al fin, se dedicaron a recordar viejos y lejanos triunfos, a culpar a todos de todo y creer que aún podían resurgir de sus cenizas, tampoco entendieron su realidad e igualmente se negaron a volver a empezar, a reiniciar, a refundarse…
El PRD es otra víctima de la de la nueva democracia mexicana o, cuando menos, de tiempos diferentes en el sistema nacional de partidos. Formado por gente bronca, contestona, aguerrida, por gente de izquierda y de extrema reacción, no se escaparon de las tentaciones del enriquecimiento ilícito y también abusaron de su poder al imponer candidatos, a rechazar al pueblo, a cerrar oídos y ojos a la exigencia social. Lejos del pueblo que también creyó en ellos, el partido del sol azteca ha sido el primer caído y como los otros, tampoco va a resucitar.
Del resto de los institutos políticos con registro nacional o estatal hay poco qué decir pues de sobra y por todos es sabido que son satélites, comparsas, complementos del partido grande, opciones de a mentiras y para simular diversidad ideológica. Son partidos que no ganarían ni un volado de forma independiente; sus victorias son negociaciones, son acuerdos y sirven para ponerle el pie a un candidato incómodo. Su vida depende del oxígeno que les da el grande.
Por eso es que los políticos, sobrevivientes del PRI, PAN y PRD, se van a MORENA. Y la percepción generalizada es que emigra para el partido de moda y única opción lo peor de la política nacional y local y se observa que ahí no son recibidos los personajes o líderes sociales probos, con experiencia y trayectoria, sino aquellos que garantizan votos costa de lo que sea. Antes, la frase lapidaria era: VIVIR FUERA DEL PRESUPUESTO ES VIVIR EN EL ERROR; los nuevos tiempos nos dicen que VIVIR FUERA DE MORENA ES VIVIR EN EL ERROR.
Porque los huérfanos de la política saben que ya no hay posibilidades de nada fuera de MORENA, porque como no saben vivir de otra cosa que no sea del presupuesto tienen segura la extinción sin cobrar del erario. Eso es lo que se dice y lo que se escucha.
Estos personajes, neo morenistas, serán quienes inicien la debacle de MORENA, pues en poco tiempo minarán la salud del partido guinda que empezará su podredumbre desde adentro. Con malos nuevos líderes o integrantes, ese partido perderá credibilidad. En poco tiempo tampoco habrá dinero para sostener la manutención estéril e innecesaria de mucha gente y eso lo va a pagar muy caro el partido en el poder. Al menos eso es lo que pronostican aquellos que lo saben todo.
Todo eso, sin contar con el desencanto, el coraje y la venganza de los morenistas fundadores que se sienten traicionados, desplazados, ignorados, olvidados, que se la habrán de cobrar en su debido tiempo y momento pues eso es lo que dicen y aseguran aquellos que se partieron la espalda para crear un partido, una ideología y un futuro que les fue arrebatado y en el que ahora se enriquecen aquellos a los que antes odiaban.