A mis casi 90 años, no he recibido una flor en el Día de la Madre, mí cumpleaños o Día del Abuelo: Tonchita

Los abrazos no fueron creados

I. Carolina Campos.

Con lágrimas que inundan sus pupilas, el cabello teñido de color plata natural, el semblante acariciado por líneas que marcan su existencia y camino por la vida a sus 90 años, próximos a cumplir. Doña Antonia, mejor conocida como “Tonchita”, pues así la llaman sus vecinas, quien vive en un municipio del centro de Tlaxcala, nos platica parte de su vida, sus sentimientos, sueños incumplidos y sus deseos.

Dice, estar dispuesta a compartir con nuestros lectores de OjoÁguila, lo que ha vivido, etapas que aun causan el dolor en su corazón, corazón que hoy necesita del cariño de sus hijos, los que no la visitan, y que cuando lo hacen, dice, es para contarle sus penas, sin tomar en cuenta, que ella también necesita ser escuchada, querida, amada, pero sobre todo, necesita la compañía de sus hijos, que no le traigan problemas.

En la víspera de llevarse a cabo la celebración del “Día del Abuelo” que se conmemora el 28 de agosto, nuestra entrevistada, madre de ocho hijos, nos platica que en cada celebración, día de la madre, en su cumpleaños, navidad y en el día del abuelo, no recibe un abrazo, regalo, una flor o una palabra de cariño de sus hijos, salvo el de una hija, la única mujer que tuvo, pues los siete más son varones.

Para Tonchita, los abrazos no fueron creados para ella. Son para cualquier otro día o fecha, cualquier día es bueno, eso le dicen sus hijos, que viven muy ocupados en sus negocios, casas en renta y hasta en pelearse tierras que ni son de ellos. Los hijos de nuestra entrevistada le dicen que no es necesario que la abracen en un día festivo, si cualquier día es igual, solo que ese día no llega, no ha llegado y vislumbra que no llegará.

 “Yo desde niña. Bien que me acuerdo, no tuvimos juguetes en día de reyes, de nuestro santo o cumpleaños, para nosotros, eso no era más que para los niños que si tenían dinero sus papás. Mi sueño siempre fue una muñeca de trapo, ya desde niña el amor de madre nacía en mi corazón, y quería que mis hijos, los que Dios me mandará, algún día me dieran el cariño en un día especial, como mi santo, antes no había día del abuelo, pero no, no fue así”

¡Ellos, siete hombres y una mi hija, que es la única que me ve, los hombres a pesar de que Dios les socorre, no gastan en mí, ni un peso. Mi esposo trabajaba con la lana (de borrego) y tejíamos ponchos, la lana nosotros mismos la lavábamos en la barranca, los dos trabajamos fuerte, para que nuestros hijos por lo menos tuvieran un pan, y un techo seguro donde pasar el agua, el sol y el frio”.

Con sus recuerdos que le lastiman y laceran el alma, Tonchita no deja de hablar y en su memoria se atraviesan muchas cosas que decir, que platicar. Se frota las manos que por momentos lleva a limpiar de sus ojos lágrimas que asoman y resbalan por su rostro.

“Me da mucha tristeza, y aunque ya se los he dicho, no entienden. Le dimos su cachito de tierra a cada uno, pero lo vendieron. Solo uno es el que vive aquí cerca, y mi hija, que es la que se quedó con nosotros y es la que me ve. Juan el mayor, está en pleito con la vecina porque dice que le está quitando metros de terreno, no es así, porque yo conozco bien los linderos, bien que me acuerdo, solo que como ya estoy vieja, dice, que a mí que me importa, que ya deje de hablar y que lo deje seguir el juicio”.

Continua, “José, el, mi niño, solo lo veo cuando viene a cobrar sus rentas. Construyó cuartos en una casa grande de hasta de tres pisos, y vive de eso, vive bien, no le falta nada, pero eso de que a mi pase a dejarme siquiera para mi pan, no, no sea que se lo vaya a comer su hermana, o le vaya yo a convidar”.

Tonchita no aguanta el llanto y llora, el dolor en su corazón de madre provoca llanto también en su hija Agustina, quien la abraza cual niña indefensa, a la vez que acaricia el cabello color plata de su madre, mientras ella, nuestra entrevistada, cubre con sus manos y su rebozo oscuro inseparable, su rostro cansado del abandono de sus hijos ingratos

Doña Antonia, nos confía que su sueño de tener una muñeca de trapo se lo cumplió su hija que trabaja de costurera, quien no cuenta con un salario importante, pero que por lo menos es quien en su cumpleaños y día de la madre, le obsequia chocolates que tanto le gustan, y en el dia del abuelo, le hace su comida favorita, tortitas de pollo en salsa verde con frijoles de olla con epazote.

Ese día “cualquiera” o especial para que Tonchita reciba un abrazo mismo que le prometen su hijos, a una decena de años para cumplir un siglo, no llega, pero nuestra entrevistada dice muy segura, que el día en que el Creador le mande traer, ese día, si, si tendrá en su tumba enormes ramos de flores, las más hermosas y los más grandes ramos que ya no podrá ver, pero que sus hijos si podrán presumir ante sus amistades, dice que cinco de sus hijos se dedican al comercio y también les va bien. Los bendice de lejos y los perdona, aunque el perdón sus hijos no se lo han pedido, y asegura, que no se lo van a pedir.

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