Juventud en permanente riesgo 

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Juventud también significa atreverse, revelarse, intentarlo, buscar, cuestionar… se es intrépido y muchas veces irresponsable al momento de tomar decisiones. Los muchachos a veces no miden las consecuencias y de vez en vez pagan consecuencias, aunque no siempre por su culpa. A los jóvenes les falta mucha información y mucha paciencia de los adultos, principalmente, de sus padres.

A la actual generación no le falta información, por el contrario, tienen acceso a mucha, a más de la que pueden procesar y analizar. Pero esa misma información no les abre más y mejores canales para incluirla de forma inteligente en su vida diaria, el exceso de datos los abruma, los confunde, los desorienta. En última instancia, este caudal de información proveniente de muchas fuentes y de todo el mundo, los daña.

Tras la pandemia, la juventud primero se asomó hacia el exterior en busca de lo que ya ha cambiado. Trató de identificar qué ya no estaba, qué se encontraba pero en otras formas y actitudes y encontró otro escenario en cuanto a la forma de relacionarse con el mundo se refiere. Este sector de la sociedad primeramente fue cauto al enfrentarse y confrontarse con una nueva realidad y ahora está tratando de adaptarse a un entorno ya no igual al anterior.

En esa transición inexplicable y novedosa, los chicos y chicas de 15 a 25 años tratan de descifrar la forma de vida previa al confinamiento o a la prohibición y encuentran pocos puntos de referencia en los cuales centrar su actuar, pensar, hacer y decir. Eso los hace vulnerables, predecibles, los expone a las fuerzas, argumentos e ideologías ajenas a su tiempo; los predispone a ser utilizados.

A ese riesgo, ya muy real y peligroso, se suma el que los adultos no sepamos cómo entenderlos, cómo hablar con ellos, qué nueva forma de lenguaje y comunicación son los acertados para acercarnos y darnos a entender. Los adultos demuestran poca paciencia y mínimos argumentos para incluirlos e insertarlos en la dinámica de vida que se tenia hasta antes del COVID-19. Y eso también es muy grave pues la juventud se nos está yendo de las manos y a veces de forma imperceptible o voluntariamente dejamos que se nos vaya: carecemos de elementos para impedirlo.

Entre los jóvenes hay una especia de falta de facilidad para adaptarse a la convivencia social. La irrupción de las redes sociales en la forma de vida comunitaria los ha atrapado y no les brinda opciones de entretenimiento o de comunicación efectiva y afectiva. El celular los ha capturado y viven abstraídos, ausentes y a veces irritables. En sus escuelas tienen nuevos códigos de entendimiento y las palabras, frases e ideas las han sustituido por imágenes, gestos o sonidos.

Los maestros en las escuelas siguen un plan de estudios sin modificaciones que intenten captar las nuevas formas de comunicación y de entendimiento que han impuesto la pandemia y la tecnología. Son otros tiempos, más difíciles, menos posibles de interpretación; los chicos avanzan por un rumbo que parece el mismo, que simula ser paralelo, pero que se bifurca y pierde ante la nueva realidad de los muchachos. Los maestros no tienen la culpa, sí la tienen las instituciones gubernamentales que no tienen ni idea de qué mundo es este o la forma en que quedó después de la crisis mundial de salud.

En este sentido, la juventud actual, sin duda alguna, está en riesgo. Está en riesgo de perder identidad y cultura, de alejarse de principios y valores que le eran intrínsecos, de ver disminuida su capacidad para identificar peligros y de no tener la suficiente voluntad para relevar a esta generación ya diezmada por la pandemia y confundida con los nuevos tiempos.

Hace falta, sin duda, mayor acercamiento con los jóvenes, mucha paciencia, voluntad para escucharlos, poner de su lado la razón de forma controlada y hablar con la verdad de forma incluyente y democrática. Urge aprender otros códigos de habla y de conducta, expresarse con su lenguaje y no tratar de juzgarlos o criticarlos. Ellos también pueden orientarnos.

La actual generación está en peligro, pero ellos solos no podrán confrontar esa nueva realidad ni conjurar los demonios que los acechan… padre de familia, usted tiene la palabra.

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