Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Un informe gubernamental siempre será motivo de polémica. Los contrarios, incrédulos, necios, objetivos, razonables, negativos o positivos ciudadanos encuentran en la rendición de cuentas del gobernante todo un tema inagotable de rechazos o de aplausos y cual más se dirá experto en todo y nada para engrandecer o vilipendiar al informante.
Unos y otros tienen la razón pues en el informe de que se trate, ni todo es verdad ni todo es mentira. Por fuerza en el documento de referencia habrá más autoelogios y exageración de los logros y siempre, de manera invariable, estará ausente la autocrítica. Para el funcionario siempre su gestión será mejor que la anterior y sus logros, reales o supuestos, superarán en mucho y hasta el infinito a lo hecho en administraciones pasadas y futuras.
Para sus contrarios y oponentes, todo lo informado, real o imaginado, es mentira, o una exageración, o imagen de una realidad particular, o sueños guajiros o únicamente protagonismo y demagogia. Cumpliendo su función de críticos férreos, los opositores negarán con o sin pruebas, pero sí con mucha enjundia, el catálogo de triunfos, logros y avances que se pregonen y denostarán la administración, su partido, sus colores y discursos. Cada quien en lo suyo.
Lo cierto es que si hay avances. No del tamaño, intensidad y cuantía como lo dice el informe, pero sí los hay. La inseguridad no disminuye; tampoco es del tamaño catastrofista de los contrarios, mas ese fenómeno no cede y aumenta de forma paulatina. No hay esa generación de empleos que exponen como realidad irrefutable pero tampoco estamos en crisis. La eficiencia, eficacia y resultados de la burocracia sigue siendo mediocre y no cumple con las expectativas que en campaña nos plantearon.
Como quiera que sea, los informes no son del todo reales para quienes lo emiten y para quienes lo reciben. Es claro que quien lo rinde exagera y brinda cuentas alegres con más deseos que realidades. Tampoco hay que ser ingenuo o inocente para pensar o esperar que el gobernante se dé un tiro en el pie y que acepte que no puede con los baches, ni con el ordenamiento al comercio, o con la inseguridad o la solución a los problemas de servicios públicos.
Y ya vienen los informes municipales. Para los alcaldes será la oportunidad para ver cuánto les cree la gente y hasta qué grado acepta el discurso de que sus municipios son la sucursal del paraíso y de que como nunca, el pueblo tiene el gobierno que estaba esperando. La verdad es que en las alcaldías, salvo muy honrosas excepciones, hay crisis de credibilidad, de obra, de atención, de resultados y de unidad dentro del cabildo.
Hay municipios en donde priva el caos y la incertidumbre, ayuntamientos con permanente foco rojo y en donde nada se garantiza para el siguiente día en cuanto a gobernabilidad y permanencia del ayuntamiento. Muchos municipios enfrentan el abierto rechazo social y es claro el desencanto de los votantes. También hay lugares en donde el avance en nulo y la sospecha de desvío de recursos y de saqueo del erario crece y casi se confirma o de plano, se tiene claro.
Se acercan los informes municipales después de los cuales va a quedar perfectamente claro a quienes les quedó grande el puesto, qué presidentes no tuvieron ni tienen siquiera la lejana idea de qué demonios es la administración y hay ediles que simplemente pasaran a la historia por su mediocridad e ignorancia. También esos informes servirán para tener una idea respecto hacia dónde apunta la brújula electoral del año próximo.
Y tan enrarecida está la situación en algunos municipios que algunos alcaldes simplemente harán entrega de su informe al cabildo sin atreverse a realizar una ceremonia porque ahí se los comen crudos.
También es cierto que muchos o algunos presidentes municipales ya se esconden de la gente que los busca porque saben que les van a reprochar la falta de resultados. Y es que la sociedad tiene mucho qué reclamarles, sobre todo, la traición a su discurso el que hayan sido resultado de la recomendación y capricho de gobernantes que se ubican más arriba.
Los informes son para escuchar, no para creerse; son para la pasarela y el lucimiento, no para ofrecer una realidad. Los informes son lo que interese o importe a unos y otros.