Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Existe una creciente percepción de que algunas cosas, muchas cosas, no están funcionando en los gobiernos estatal y municipal en Tlaxcala. En términos generales y lejos de apasionamientos o fanatismos políticos, entre la sociedad existe la idea de que los funcionarios de los gobiernos estatal y municipal no están dando resultados, hay incluso la sospecha de que esa ineptitud e incompetencia es tolerada por dar cumplimiento a compromisos políticos, a cuotas de poder y al acomodo de familiares, amigos y compadres en puestos clave de la administración.
En temas de procuración de justicia las cosas parecen caóticas. A la luz de la realidad y en base a resultados y hechos, el pueblo de Tlaxcala tiene la certeza de que no hay rumbo, proyecto, estrategia ni ganas de hacer el trabajo que se requiere y que exigen estos tiempos y que esperan y merecen los tlaxcaltecas.
El método de tortura en contra de los detenidos para esclarecer los delitos se creía extinguido. Los recursos científicos, humanos y civilizados para allegarse de información que permitiera conocer la culpabilidad o inocencia de alguien no han llegado a Tlaxcala. Golpear de forma inmisericorde para arrancar una confesión a modo hasta matar al detenido es algo más que estúpido, irracional. Cómo explicar que a los sospechosos se les asesina para dejar impune el delito real o inventado.
Injustificable, inexplicable e inaceptable es el asesinato de quien se sospechaba, se señalaba y se creía partícipe en la desaparición de una muchacha y es tan absurdo como el crimen cometido por vecinos de la comunidad de Tlalcuapan, municipio de Chiautempan pues ambos hechos sugieren la ausencia de la ley y aseguran la ineptitud e incompetencia de la autoridad de justicia y del gobierno. Abuso, ignorancia, incapacidad y falta total de estrategias o formas han ocasionado muertes completamente innecesarias, ilegales, retrogradas.
La tortura ejercida sobre una persona presumiblemente delincuente, bajo sospecha, todavía no confeso e inocente hasta que no se le demostrara lo contrario pudo evitarse si existieran en la Procuraduría tlaxcalteca protocolos científicos y medianamente razonables para aplicar la ley e impartir justicia y el otro crimen aborrecible, el de Tlalcuapan, no hubiera sido posible si las policías municipal de Chiautempan y de la Secretaría de Seguridad Ciudadana hubieran querido salvarle la vida al retenido ilegalmente por la turba. Dos hechos que dibujan de cuerpo entero y de forma clara la situación y la realidad de las autoridades.
Pero se tiene que cerrar la carretera en Calpulapan para que la Procuraduría pueda entregar el cuerpo de una niña fallecida, se tiene que exhibir en redes sociales a agentes de investigación siendo agresivos y amenazantes con sus vecinos, se les tiene que conocer como golpeadores a quien se les ponga enfrente, o mostrarlos emborrachándose en la alguna de Acuitlapilco, se tiene que conocer de sobornos, de expedientes congelados de malos tratos de los ministerios públicos y del despotismo de las secretarias y hasta de los que hacen el aseo, para conocer la realidad de nuestro sistema de justicia. Esta es la realidad, nuestra dolorosa realidad.
Y mientras a nivel estatal nos lamentamos de lo que nos ocurre como sociedad, en los municipios algunos, por suerte sólo algunos, los presidentes municipales no dan una. Bajo la filosofía morenista como novedad política o con los modos y las formas del PRI, del Pan o del PRD de probada corrupción e incompetencia, no hay cambio.
El pueblo de Tlaxcala padece lo de siempre en los ayuntamientos, o al menos en la mayoría: corrupción en todos los niveles, nepotismo descarado y vergonzoso, falta de obra, atención deficiente o de plano agresiva y presidentes municipales totalmente indolentes, desinteresados, apáticos, sin proyecto ni objetivo. Nada que ver con sus promesas de campaña, muy lejos de lo que la gente esperaba de ellos, a miles de kilómetros de distancia de lo que se tiene que ser y hacer. Y lo peor es que no hay visos de que esto mejore de alguna manera.
Hay cosas positivas, claro que las hay, pero por desgracia, son las menos y de menor impacto en la sociedad. O cuando menos, esas cosas buenas no son tan mediáticas o generan menos reacciones entre la sociedad.
Aunque ese no es el punto. Lo realmente importante es poner fin a esa creciente inseguridad, a los altos niveles de violencia, a los feminicidios, a los asaltos y robos, a los linchamientos, a la incompetencia institucional. Todavía es tiempo para muchas cosas buenas.