Por: José Orlando Isidro Ramos
Dirigente Estatal del Movimiento Antorchista en Tlaxcala
En una plática sobre los sufrimientos de la pandemia alguien comentó “el Covid ataca la parte más débil de tu organismo, la parte que antes de contagiarte ya presentaba problemas”. No es la opinión de un especialista pero hay algo de cierto y lo dicho puede aplicarse al organismo social. En efecto, se sabe que personas con diabetes, sobre peso, enfermedad cardiovascular u otra comorbilidad son más vulnerables al coronavirus por enfrentarlo con un sistema inmune debilitado. En la sociedad mexicana acontece algo similar, por ejemplo, el cáncer de la desigualdad social se agudizó con la Covid-19, ya que por una parte hundió a otro tanto de millones de mexicanos en la pobreza, dejándolos sin la posibilidad de obtener los medios de vida mínimos para su supervivencia y, por otra, los multimillonarios del país no dejaron de incrementar sus cuantiosas fortunas.
El sedentarismo es un problema crónico social debido al estilo de vida caracterizado por una reducción cada vez mayor de actividad física y hábitos tendientes a la inmovilidad debido a las nuevas tecnologías modernas, espacios en las viviendas reducidos y falta de áreas donde la población practique una actividad física o deporte. Por lo anterior y las medidas de confinamiento y el aislamiento social obligado, las horas sentados o acostados frente a la televisión, la computadora, celulares, videojuegos y otros dispositivos electrónicos, se convirtieron en días, meses y llegamos casi a dos años de inactividad.
Entre los problemas derivados de un acendrado sedentarismo destacan la obesidad, el cansancio, el estrés, problemas de flexibilidad en las articulaciones, insomnio, trastornos digestivos, enfermedades cardiovasculares, atrofia muscular, osteoporosis, hipertensión arterial, aumento del colesterol y diabetes, padecimientos con alto riesgo de muerte si se llega al contagio. Según el portal virtual revistaneo.com “de las muertes por COVID-19 reportadas a febrero de 2021, 45% padecían hipertensión, 22.38% presentaban algún grado de obesidad y 37.66% vivían con diabetes. Siete de cada 10 defunciones presentaron al menos una comorbilidad, lo que ilustra claramente la difícil y desafiante situación que enfrenta México” (Gaby García, 20/01/2022).
Se estima un incremento acelerado de sobre peso y obesidad entre los mexicanos, que en 2021 afectaba ya a 62 millones de adultos y en el caso de los niños y adolescentes a 12 millones. En dos o tres décadas pasaremos de 7 de cada 10 mexicanos con sobre peso y obesidad a 9 de cada 10, muy cerca del cien por ciento. A la falta de actividad física se suma el alto consumo de refrescos, bebidas azucaradas, alimentos altos en grasas, harinas refinadas y sal, es decir, los mexicanos consumimos alimentos con muchas calorías y poca o ninguna aportación nutrimental. Nos hemos convertido en una población “gorda” y desnutrida, con altas posibilidades de padecer una enfermedad crónica.
Pese a que somos una sociedad obesa, el Coneval señala que 30 millones de mexicanos viven con carencia alimentaria, el 23.5 por ciento de la población pasa hambre. “Sentir hambre y no tener nada qué comer; o bien, comer sólo una vez al día o no comer nada durante todo el día, debido a no tener recursos para adquirir alimentos debe ser una de las experiencias más duras por las que atraviesa un ser humano, y más aún cuando se trata de niñas, niños y adolescentes. Por eso, esta carencia debe mover urgentemente a la discusión pública en torno a cuáles son las prioridades a atender por las políticas públicas” (mexicosocial.org/la amenaza del hambre/ Mario Luis Fuentes, Saúl Arellano. 01/08/2019). La falta de ingresos o salarios muy bajos son la causa del hambre entre los sectores vulnerables.
La pobreza, la obesidad y el hambre afectan gravemente la calidad y expectativa de vida de los mexicanos. Son problemas sociales que deben atacarse con prontitud y urgencia desde todas las instancias de gobierno para una vida digna y de calidad para todos y cada uno de los mexicanos. Lo cierto es que estos males no figuran como prioridades que deben ser atendidas por el Gobierno de la 4ª Transformación para el “bienestar” de todos los mexicanos.
Una mejor calidad de vida sólo se puede alcanzar con un proyecto de Nación distinto al que vivimos, en el que se promueva un reparto equitativo de la riqueza social, mejores oportunidades de empleo con salarios dignos e inversión pública a infraestructura que satisfaga las demandas más apremiantes de la población. Para el caso que tratamos la activación inmediata no es física sino política, y debe ser de carácter colectivo no individual, para superar los problemas de salud, alimentación y pobreza que sufre la inmensa mayoría de la población en nuestro país.