Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Es constante y justo el reclamo ante la falta de resultados positivos por parte de las actuales administraciones municipales, principalmente, de los regidores, quienes tienen una pésima imagen ante la sociedad, sólo comparable con el desprestigio del que gozan algunas corporaciones policiacas municipales que ofrecen desconfianza y temor en vez de sensaciones de seguridad y protección.
Para nadie es un secreto que quien busca una regiduría es porque busca cobrar sin trabajar al menos por tres años. Salvo muy contadas excepciones, estos servidores públicos no ofrecen ningún tipo de beneficio a la población y en cambio, se sabe a ciencia cierta que se convierten en grupos de presión al interior del cabildo para obtener beneficios personales siempre económicos y se vuelven el dolor de cabeza del presidente en turno.
Es muy poco probable conocer del informe anual de labores de un regidor. Eso es porque muy pocos regidores trabajan y ofrecen resultados a la sociedad. Se tiene como cierto y seguro que encontrar a un regidor en su oficina dentro de la presidencia municipal o desde donde despachen, es una verdadera suerte, un milagro. Siempre están afuera “gestionando” en reunión, en la capital del estado en las dependencias o acudiendo en representación del alcalde. Pero son muy difíciles de localizar cualquiera que sea el día y la hora.
Es del dominio público que ser regidor es darse vida de príncipe. Comidas, cenas, desayunos, borracheras, viajes dentro y fuera del país, descuentos para sí y para sus familiares y amigos, préstamos que a veces no pagan y dinero por abajo del agua corren a cuenta de los contribuyentes. Eso sin hablar de la prepotencia e influyentismo del que se acercan para completar su imagen.
Se conoce de regidores que han dejado de ir a trabajar o cuando menos de presentarse en la presidencia no por unos días… o por una semana… o por un mes… sino hasta por dos años sin que su sueldo sea retenido, sin que se le haga un descuento y mucho menos que se le llame la atención. Casos como este no son pocos. A pesar de parecer esto un alarde de mala fe es una realidad en Tlaxcala.
Porque en nuestro estado, en materia de regidores improductivos y parásitos del erario, se dan casos patéticos, inverosímiles. Porque hay situaciones que usted, amable lector, ni imagina y es capaz de creer fantasía pues se han dado casos en que esta figura política y administrativa ha cedido sus obligaciones a gente completamente ajena a su función y ha permitido que esas mismas personas usurpen funciones y voten y aprueben acuerdos al interior del cabildo. Tal vez en Axocomanitla sepan algo.
El caso es que la opinión generalizada, la certeza ineludible del ciudadano, es que el regidor es un lastre social y tiene mucho en contra a grado tal que se tiene como cierto que se vuelve comparsa y cómplice de los malos manejos de los alcaldes. Cuando son maiceados, cuando ya vendieron su ideología y compromiso en defensa del pueblo, cuando ya les llegaron al precio, se vuelven mudos y ciegos y es muy poco probable que se les escuche una crítica a la administración o que emprendan acciones en defensa de la sociedad a pesar de ver que el gobierno tiene el repudio, desconfianza y sospecha social.
Insisto, hay excepciones, muy honrosas y mínimas excepciones. Pero en términos generales esta autoridad sirve para dos cosas. Y luego, se dan situaciones en donde una regiduría es herencia de una familia y por ahí pasan todos del mismo apellido. ¿Algo se sabrá en Chiautempan de eso? Y el problema no es que toda la parentela sea regidor, sino que su existencia no ha dejado ninguna huella positiva en el municipio, que no haya nada qué agradecerles y, por el contrario, se aumente la versión de que ser regidor es sacarse la lotería.
La figura de regidor, en Tlaxcala, es desastrosa. Su imagen es de corrupción, ineptitud, comparsa, de influyentismo e ineptitud. Y esas muy pocas excepciones, que se cuentan con los dedos de una sola mano, deben ser ejemplo de servicio, trabajo, resultados y dignidad.