Bernardino Vázquez Mazatzi/Escritor y Periodista
Los cien días de los gobiernos estatal y federal no causaron el revuelo que muchos esperaban y algunos ansiaban y deseaban. Se supone que, para los opositores a la actual filosofía de gobierno, este periodo de más de tres meses en el poder merecía la crítica destructiva y el comentario ácido y la descalificación a granel. No ocurrió y eso de alguna forma frustró a los detractores de la 4T.
Pero del otro lado, tampoco los morenistas festejaron mucho, o nada, no sé si por prudencia, porque todavía evalúan resultados o porque no les dio la gana, pero lo cierto es que no hubo algarabía ni festejos ni declaraciones triunfalistas. Hubo mesura, silencio no necesariamente por no tener nada que decir. O tal vez sí hubo uno que otro discurso sin autocrítica, pero al igual que la descalificación, pasó desapercibido. Como que las consecuencias y resultados del “cambio” en Tlaxcala no tuvieron mayor importancia.
Los cien días de gobierno tanto estatal como municipal, en ayuntamientos MORENA o de otros partidos, no tuvieron protagonismo. La oposición pudo despotricar en señalamientos de gobiernos sin resultados, o de consecuencias adversas a las promesas de los antes candidatos y luego políticos ganadores, pero no se escucharon fuerte, no levantaron polémica o no causaron daño en la imagen o proyectos. Tal vez sea porque en todos lados es lo mismo o porque hay un pasado y una realidad que condena por parejo.
También se puede explicar esa ausencia de señalamientos incendiarios porque todos los gobiernos de cualquier nivel en el estado de Tlaxcala, se enfrentaron a realidades totalmente adversas, a impensadas, o contrarias a la forma y el fondo tradicionales de cambio de gobierno, donde los entrantes prefirieron tener paz que tener razón y en donde los salientes dejaron arcas vacías, rapiña, atracos, corrupción e impunidad que garantiza borrón y cuenta nueva. Las nuevas administraciones prefirieron ponerse a trabajar y demostrar que iban por resultados positivos; la justicia, la cacería de brujas o el cobro de facturas lo dejaron para después o para nunca. Da igual.
Y cien días no necesariamente son de fracasos, de falta de cumplimiento de promesas de campaña, de ausencia de obra o de evidencias en cuanto a corrupción o nepotismo, sino que son de aprendizaje, de prueba, de acomodos y sobre todo, algo normal natural y hasta necesario en cualquier inicio. Las expectativas de grandes logros, de anuncios triunfalistas, de presumir, de cuentas alegres, quedaron guardadas y no aparecieron no porque les faltaran ganas, sino por prudencia, por el bien de la política y de la realidad que impera.
Cierto, hay mucho qué criticar. Tal vez hay que reprochar inseguridad, aumento en los feminicidios, visos de nepotismo y asomos de corrupción, falta de obra y baches; tal vez haya que señalar que todavía no se ve el cambio, que incluso son los mismos de siempre los que están en las direcciones o en la nómina, pero aun así, estos gobiernos merecen y tienen el beneficio de la duda. O tal vez la esperanza de los ilusos o la certeza de los conocedores creen que vienen tiempos mejores.
La realidad es que la sociedad tlaxcalteca sabe, conoce, observa, critica y mide el pulso del gobierno y sabe qué sí y qué no. No se deja llevar por la crítica fácil ni por el halago inmerecido. El pueblo sabe que no hay respuesta todavía, que no hay todavía señales de cambio, que las inercias, vicios y malas prácticas en el ejercicio del poder, se mantienen, la sociedad sabe que hay que mantener la paciencia, que aún es temprano para calificar y para descalificar.
Eso no quiere decir que los tlaxcaltecas no estemos en posibilidades de exigir respuestas, resultados, avances, logros. El que no haya señalamientos flamígeros no quiere decir que haya conformidad o conformismo, que haya indolencia o desinterés. Significa que sólo se le otorga el beneficio de la duda a la actual administración, que se mantiene la idea de que estos son los mejores hombres y mujeres que habrán de modificar el rumbo de Tlaxcala y a dejar huella como los mejores en todos los tiempos. Así es que después de los cien días, los ciudadanos ya no vamos a ser tan condescendientes o tan permisivos o callados. Los cien días son apenas una referencia o el antes del después deseado, necesario, urgente, impostergable.
Cualquier festejo, cualquier mensaje o discurso, ceremonia o declaración respecto a los cien días de gobierno estatal, municipal o de comunidad se debe tomar con total reserva y darle la importancia y lugar que merece; no hay que echar las campanas al vuelo, pero tampoco hay que denostar ni atacar por consigna o frustración.