Por José Orlando Isidro Ramos
Dirigente Estatal del Movimiento Antorchista en Tlaxcala
La crisis educativa es un problema de carácter nacional y se sufre en todos los niveles, sin embargo, no todos los niños y jóvenes sufren el problema en la misma medida; el rezago educativo ha impactando en mayor medida ahí donde el estudiante es de extracción humilde, perteneciente a una familia con muy bajos ingresos económicos y por lo tanto viven en condiciones de pobreza o pobreza extrema, en cambio, es menos desfavorable cuando el estudiante pertenece a una familia con mejores condiciones económicas y por ello accede a mejores oportunidades educativas. La situación problemática en educación por factores económicos no es nueva, lo preocupante es el nivel de agudización que está alcanzando en el contexto de la pandemia y la falta de estrategias gubernamentales para contener dicho rezago así como el alarmante incremento de la deserción escolar.
La Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la Educación (Ecovid-Ed) señala que de los 33.6 millones de estudiantes en el ciclo escolar 2019-2020, 738.4 mil no pudieron concluir dicho ciclo: 98.2 mil de preescolar, 146.1 mil de primaria, 219,2 mil de secundaria, 181.3 de educación media y 89.9 mil de nivel superior. Entre los motivos por las que no concluyeron encontramos 66 mil estudiantes por falta de recursos económicos y 49 mil porque se vieron obligados a trabajar. Al pasar del ciclo 2019-2020 al ciclo escolar 2020-2021 la situación se agrava ya que 5.2 millones de estudiantes no se inscribieron al nuevo ciclo: 520 mil no lo hicieron por contagio directo, por el contagio o fallecimiento de un familiar, 615 mil porque las clases en línea las consideraron poco funcionales, 584 mil porque alguno de sus padres se quedaron sin empleo, 581 por carecer de computadora u otros dispositivos y 2.9 millones por falta de recursos económicos.
Pablo García Dobarganes, investigador del Instituto Mexicanos para la Competitividad A.C., refiere en su estudio “Educación en pandemia: los riesgos de las clases a distancia” que “en México, el impacto en la asistencia escolar y en el aprendizaje parece ser dramático”. Señala que desde el punto de vista individual un alumno con menos aprendizajes se convierte en un trabajador con menos habilidades y por lo tanto tendrá menor acceso a un empleo mejor pagado, reduciendo en 8 por ciento (en promedio) los ingresos que podría percibir durante su vida. Desde el punto de vista social (agregado) dice que “el fenómeno generalizado puede reducir la productividad y la innovación del país, lo que evita la posibilidad de alcanzar un PIB mayor a largo plazo. (…) En términos anuales, esta pérdida implica que, dada una mano de obra menos calificada, nuestro país dejaría de producir hasta 1.7 por ciento del PIB. El efecto no es menor, pues equivale a un monto similar al gasto total ejercido por la Secretaria de Educación Pública (SEP) en 2019 cada año”.
¿Pero, quiénes son los jóvenes que sufren esta adversidad para educarse? ¿Quiénes están condenados a un mal aprendizaje? Son los hijos de los sectores más vulnerables, marginados y empobrecidos; los hijos de extracción indígena, de obreros y campesinos, los que carecen de condiciones para educarse. Son los niños y jóvenes de las familias humildes los que no cuentan con los recursos para adquirir un teléfono celular, una computadora portátil, una tablet, dinero para “recargas de internet”, y acceder a las clases virtuales, son los mismos que en clases presenciales no contaban con aulas, laboratorios equipados con aparatos y reactivos, centros de computo con internet y computadoras, biblioteca, audiovisual, baños, canchas de uso múltiple, tachados, agua potable o energía eléctrica; los mismos que no tienen acceso a la práctica del deporte y las artes, los que no realizan viajes de estudio a museos, zonas arqueológicas, visitas a centros de producción agrícola o industrial, los que carecen de incentivos a su buen rendimiento académico; los que han pasado de un grado a otro sin que su escuela complete el personal docente, administrativo y de intendencia; los que han convertido en cifras que poco, muy poco, han preocupado a los gobiernos cuando hablamos de educación.
Disolver el carácter clasista en la educación es una tarea que no podrá lograrse sin que se avance en resolver las contradicciones que polarizan nuestra sociedad, a nivel nacional y a nivel mundial, sin embargo, sí es posible lograr mejores condiciones educativas para los sectores más vulnerables, y para ello es necesaria la organización y lucha del pueblo mexicano, pues los logros obtenidos a favor de la educación popular son pasos firmes hacia un cambio radical y profundo de nuestra sociedad, es avanzar a una sociedad más justa y equitativa, con capacidad productiva para atender satisfactoriamente las necesidades más apremiantes.
En México la educación es una obligación del gobierno, pero esperar a que desde ahí se den los esfuerzos necesarios en un ejercicio de auto exigencia y preocupación por revertir los malos índices educativos no ha pasado ni va a pasar. La experiencia histórica nos ha mostrado que siempre ha estado en manos de las masas populares hacer efectivo el derecho a la educación al servicio de los hijos del pueblo trabajador, e incluso, encontramos la participación de los mismos estudiantes emprendiendo ejemplares luchas por mejores condiciones educativas y, apoyados en esa experiencia, los antorchistas persistimos en esa lucha.
En Tlaxcala la educación no presenta ninguna excepción a lo antes expuesto, es preocupante el nivel de escolaridad entre la población, el bajo aprovechamiento académico, la deserción estudiantil por falta de recursos económicos y el poco porcentaje de estudiantes que llegan a culminar el nivel profesional y posgrados. Sin duda esto también condiciona las oportunidades de trabajo y de vida para cada uno de los tlaxcaltecas así como el desarrollo social y económico del Estado. Por esta razón Antorcha ha dado la lucha y sigue luchando por que las autoridades del Estado respondan positivamente a los problemas que enfrenta el estudiantado tlaxcalteca. Y en el mismo sentido, reconocemos el gran esfuerzo y lucha que han hecho los estudiantes organizados en la FNERRR (Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios “Rafael Ramírez”) que pese a la posición cerrada de las autoridades han conseguido avances importantes para sus escuelas y para su educación, uno de los más trascendentes es la Casa del Estudiante “Tlahuicole”.
No es sino analizando los problemas educativos de nuestro país, las desventajas que sufren los estudiantes en condiciones de precariedad económica, como podemos dimensionar el papel que juegan las Casas del Estudiante y que ante la profundización de la problemática por la pandemia es todavía más vigente y necesaria su existencia, pues las Casas Estudiantiles son una alternativa real y efectiva al estudiantado que sufre limitaciones económicas pero tiene disposición para culminar su formación académica. Las Casas permiten acercar a los estudiantes a los centros de nivel superior brindando hospedaje, alimentación, espacios de estudio (ahora con internet), talleres culturales, clubes deportivos, conferencias y viajes de estudio, todo al menor costo posible, por eso las Casas estudiantiles, su equipamiento y mejoramiento ha sido una demanda constante en la lucha de la FNERRR.
Las restricciones impuestas por el riesgo ante la Covid-19 no han permitido hacer la inauguración oficial de la Casa del Estudiante “Tlahuicole”, ubicada en la capital tlaxcalteca, no parece estar lejos ese esperado momento, por lo pronto es necesario hacer público que la Casa tiene ya las puertas abierta para todos los jóvenes que deseen continuar estudiando, que es una alternativa para superar sus limitaciones económicas al mismo tiempo que acceden a una formación más integral. Hay, pues, una salida a la precariedad económica del estudiantado Tlaxcalteca, para bien de los estudiantes humildes y para bien del desarrollo en el Estado. ¡Enhorabuena!