Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Decir que las únicas barras que se conocen en Tlaxcala son las de las cantinas y que los únicos focos rojos que se ven en el estado son los de los semáforos, es algo de lo más estúpido que se pueda pronunciar porque, por un lado, se evidencia un tal desconocimiento de una realidad y, por el otro, se envía la señal de desprecio y burla hacia la sociedad.
Los recientes hechos violentos en Zacatelco, Acuitlapilco, Apizaco, Cuapiaxtla y San Pablo del Monte por mencionar sólo esos, no son hechos aislados. Los secuestros cometidos en agravio de una familia en realidad ofenden y afectan a toda la sociedad y los robos, asaltos y demás muestras de delincuencia e inseguridad, siendo una cotidianidad negada por el régimen, han dañado la relación gobierno pueblo más de lo que el poder imagina y hubiera querido.
Las muestras de rechazo expresadas por la sociedad, la agresividad de ciertos sectores sociales y la animadversión hacia el gobierno son evidentes en estos momentos en Tlaxcala y únicamente es el gobierno el que no los quiere ver, enfundando en el disfraz también colocado a fuerzas al estado, al que burlonamente se exhibe con terquedad como el más seguro del país y refutado el discurso en contrario con el argumento de que tales expresiones de inconformidad son por cuestiones políticas ante una situación que, necios, perciben como “hechos aislados”.
Con las torpes y ridículas declaraciones del gobierno, queda perfectamente claro que el poder no tiene los pies en el mismo planeta que la sociedad y que sin duda su realidad es completamente diferente y contraria a la gente que diariamente expone su vida, su salud e integridad y la de sus bienes, abiertamente indefensos ante la ola de violencia y delincuencia que azota al estado, claro, no es donde vive el poder que siempre goza de vigilancia y protección de la que gozan los privilegiados y los seres elegidos: los políticos y gobernantes que comen por nuestros impuestos.
La reacción violenta de la sociedad cansada de la indiferencia del gobierno, harta de la arrogancia del poder, asqueada de tanta corrupción e impunidad en todos los niveles, simplemente encuentra una válvula de escape y expresa con agresividad el sólo acercamiento del régimen representado en un policía o en cualquier servidor público.
Y el poder, obnubilado por la miserable y pasajera cuota de poder que le tocó, sumido en sus cuentas alegres y sus gritos triunfalistas, no puede y no sabe ver lo mismo que el pueblo ni tiene la misma sensación e igual percepción de la realidad que sólo se encuentra en las calles inseguras, en el miedo por caminar de noche, en la indefensión a borde del transporte público y en la desconfianza a todo y nada en medio de la incertidumbre que crea el no saberse protegido ni defendido ni comprendido por el poder.
La reacción del pueblo, señores del gobierno, no es culpa de los medios de comunicación que dicen ustedes, tergiversan la información y supuestamente crean sicosis y terror, no, pues los periodistas y los medios no asaltan al transporte público en Ixcotla o en Ocotlan, no secuestran en San Pablo del Monte ni en Apizaco, no organizan marchas de repudio al poder y a la inseguridad, no roban en casas habitación ni incitan al pueblo a expresar su rechazo a lo que ustedes representan. No hay peor ciego que el que mira la realidad y cierra los ojos…
Porque si no lo han notado, señores que gobiernan poco y mal, el pueblo no se siente protegido por las instituciones, no se siente cuidado por quienes debieran garantizar paz social y el respeto a sus personas y pertenencias; el pueblo ya ha llegado a un límite y no encuentra otra forma de dar salida y exponer su inconformidad. Un enorme porcentaje de los tlaxcaltecas desconfía en sus gobernantes y casi la totalidad no se siente representado por sus diputados en el Congreso de Tlaxcala. Yo no me siento representado por legislador alguno.
Luego entonces y de acuerdo a la percepción generalizada, el débil hilo de comunicación entre el gobierno y el pueblo se ha debilitado un poco más, la sociedad percibe un distanciamiento con el régimen y no cree, simplemente y de manera abierta, desconfía del sistema der gobierno y, lo peor, ese gobierno se encuentra a cientos de años luz del pueblo…
Y claro que este gobierno ni ningún otro lo va a aceptar; no lo va a entender porque es otro su lenguaje y es otro el mundo en el que se encuentra; no lo va a comprender porque sus cuentas triunfalistas se lo impiden y porque el mejor consejo que escuchan es no hacer caso pues la crítica proviene de los adversarios y no de la razón.
Pareciera que esto apenas empieza… se va a poner peor. Más pronto que tarde y si no se hace algo, Tlaxcala va a arder de tantos casos aislados…