Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
El problema de la violencia o el acoso escolar o Bull ying o como se le quiera llamar es más grave de lo que se dice o cree y sus efectos y consecuencias van mucho más allá de lo que quisiéramos, pero es también un tema que a muchos nos conviene ignorar por comodidad, por ignorancia y por complicidad.
La desorientación de ciertos jóvenes, la ausencia de valores, la pérdida casi total del respeto hacia sí mismo y para los demás y la permisibilidad de los padres de familia son el combustible altamente inflamable que alimenta la violencia en la escuela lo que conlleva a la impunidad de los actores dado la alta posibilidad de pasar desapercibida, ser tolerada o ignorada por autoridades y adultos.
Las imágenes de madre de familia haciéndose justicia por propia mano en una escuela de nivel medio superior de Tlaxcala en ningún momento es justificable, pero sí explicable. Las víctimas del acoso escolar quedan en total indefensión y a veces son amenazados y hostigadas por los victimarios y sus familiares que, lejos de reconocer un comportamiento equivocado e irracional del acosador, lo defiende y acogen y lo predisponen a mantener esa actitud agresiva y negativa con la garantía de que nada va a pasar.
Así como los habitantes de las calles y colonias y barrios y pueblos han expresado su hartazgo a la violencia y a la delincuencia común y amenazan con justicia por propia mano ante la desconfianza a las autoridades y a las leyes, así algunos padres de familia han determinado ignorar los acuerdos y conciliaciones y autoridades ante la seguridad de que no habrá justicia y el acoso continuará ahora aumentada con el rencor e impunidad del acosador y su familia.
No es justificable ninguna forma de violencia, no es aceptable ninguna expresión de agresión a nadie y no se debe aceptar ningún argumento que busque explicar el acoso, la burla, los golpes y la discriminación. Pero eso no sólo habrá que decírselo a los jóvenes de las escuelas, eso no sólo lo debe entender el violento y el agresor, sino principalmente los padres de familia, únicos responsables de la educación que dan a sus hijos misma que exhiben en forma de actitudes ante los demás.
Y cómo pedir al hijo o la hija un comportamiento civilizado, educado, comedido y tolerante si en la casa el padre, a veces el peor enemigo de su hijo, en vez de disuadirlo de hacer uso de la violencia lo alienta a ejercerla con el argumento estúpido de que ni pareces macho, parece que tú no tienes manos, parte le madre o te la parto yo, el día que me vengas conque no te defendiste entonces aquí y conmigo te va peor… por qué nos parecerán conocidas y hasta familiares estas frases…
A los jóvenes se les enseña a convivir en la violencia y en medio de la falta de respeto a la mujer a la cual el padre principalmente denigra con comentarios machistas y misóginos, alentando al hijo a verla como objeto sexual, como servidumbre, como ser desigual, como carente de derechos y útil solo para sus obligaciones y desechable y muchas otras cosas más. Esta actitud es también muy común, mucho más cotidiana de lo que creemos o esperamos en muchos hogares de Tlaxcala. Es “normal”.
Las actitudes agresivas, violentas e irracionales y el lenguaje vulgar, sucio y amenazante de hombres y mujeres jóvenes viene dela educación que los padres dan a sus hijos e hijas que dejan de cumplir con su obligación de acompañar a sus muchachos en su formación, crecimiento e integración a la sociedad; son culpables los padres que se desentienden del comportamiento de sus hijos y los abandonan en la escuela y en las calles confiando más en la suerte que en lo que les han enseñado desde pequeños.
Somos culpables aquellos que fomentamos el machismo del chiquillo que simplemente no le da la gana de saludar, de decir gracias, de pedir las cosas por favor, de pedir le sea disculpada una actitud, que no es capaz de levantar siquiera el plato en el que come, que no desea poner en su lugar la ropa que se quita y mucho menos servirse los alimentos porque es hombre y esas tareas, son de mujeres.
De la violencia irracional, del acoso a las mujeres y a los menos fuertes, de la irresponsabilidad y desinterés de muchos jóvenes tenemos la culpa aquellos que le solucionamos hasta lo más elemental a los hijos, que no les ponemos tareas y obligaciones, que no les exigimos comportamiento adecuado dentro y fuera del hogar, que les sugerimos un lenguaje vulgar y corriente para ser macho y que les festejamos con risas sus “travesuras” y ocurrencias que por desgracia, son el antecedente de cualquier delincuente y la antesala de la cárcel, el panteón y el hospital.
Sí, hay violencia en la escuela, hay acoso en el aula, hay impunidad y hay tolerancia, pero esta no la ejercen extraños, ni extranjeros, ni marcianos, sino nuestros hijos, aquellos que defendemos porque no los creemos capaces de eso, porque preferimos que nuestro hijo e hija pasen como quienes no se saben dejar de nadie.
La educación la reciben los hijos en la casa; en la escuela reciben instrucción, datos, conocimientos, cátedra. Del aprovechamiento escolar es responsable el maestro y las autoridades; de la educación es responsable usted, padre de familia.
Por cierto, ¿usted ya fue a la escuela a ver si su hijo o hija entró a clases, ya la escuchó hablar con sus amigos en la calle, en el antro o en el servicio público, ya revisó su mochila, ya sabe que su hija tiene relaciones sexuales, que su muchahito ya toma caguamas y fuma como desesperado; señor, señora, tiene el número telefónico de los “amigos” de sus hijos, ya tiene certeza y conocimiento de lo que sus hijos consumen en el Internet…?