Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Hace aproximadamente treinta años, cuando aprendí de periodismo o el oficio de reportero, se me enseño el sentido u objetivo de la prensa y la obligación, derecho y responsabilidad del comunicador para con la sociedad.
Se me dijo, por ejemplo, entre otras muchas cosas, que el reportero es puente e hilo comunicador entre el poder, cualquiera que este sea, con el pueblo, que es el intermediario confiable y creíble entre quien es noticia y quien debe porque tiene derecho, a recibirla.
La obligación, responsabilidad, compromiso y profesionalismo de todo reportero y medio de comunicación, se me instruyó, es informar, formar y orientar con veracidad, eficiencia, eficacia, prontitud, oportunidad y claridad, acudiendo a tomando en cuenta sólo las fuentes confiables, certeras, imparciales y verificables.
Pero por encima de todas las cosas, se me enseñó, un periodista debe ser objetivo, alejado de toda tentación de partidarismos, creencias religiosas, filias, fobias, tendencias, intereses, compromisos o cualquier elemento que lo lleve a tergiversar la realidad, informar de forma sesgada, afectar intereses por cuestiones económicas o cualquier otra.
Estos conceptos se los hice saber a un periodista de la llamada “vieja guardia” quien a manera de defensa me refirió que no existen en el planeta seres químicamente puros, es decir, que todo periodista tiene afinidad ideológica por algún partido político, profesa alguna religión, mantiene intereses diversos y hasta puede experimentar alguna forma de rechazo a ciertos sectores o grupos de la sociedad lo que aparentemente le daría derecho de ser juez y parte y hasta de hacerse de la verdad, SU verdad.
Claro que estoy de acuerdo con estos argumentos, pero en lo que no puedo coincidir es en que esas debilidades emocionales o tendencias o intereses se reflejen en su quehacer periodístico pues hacerlo significa la pérdida inmediata e inevitable de la objetividad que es, inobjetablemente, lo que le da sentido de respeto y profesionalismo a la prensa y sus representantes.
Cuando un medio de comunicación o un periodista evidencian en su quehacer cotidiano esos intereses, odios, rencores, tendencias o ignorancias, pierden credibilidad, demeritan el trabajo de los verdaderos periodistas que sí lo hay aunque pocos, enlodan el sagrado oficio de comunicador, restan valor y valía a la prensa en general y hacen desconfiar de las personas y las instituciones y las empresas.
Lo anterior viene a tema porque en los días recientes, y específicamente con motivo de las elecciones locales de este año, algunos periodistas, incluso algunos que tuvieron la etiqueta de serios, profesionales, creíbles y objetivos, como sin sentido, arrojaron a la basura una trayectoria impecable y tiraron lejos los años de un trabajo limpio y digno de ejemplo para las nuevas generaciones de periodistas.
En su trabajo actual se observa en rencor y se deja entrever la suma por la que vendieron su dignidad y su credibilidad, se nota claramente que su pluma obedece a intereses políticos, que tiene un precio la dignidad y el oficio, que también se puede vender y comprar la opinión, la objetividad y que por cierto monto económico el periodista puede olvidar los compromisos y obligaciones del periodismo que son la objetividad, la credibilidad, la imparcialidad y la veracidad.
Así, últimamente hemos encontrado periodistas abiertamente panfleteros escribiendo remedos de nota informativa, artículo y columna, pero con un lenguaje vulgar, agresivo, violento e impropio para el periodista, quien no debe dejar de opinar ni impedirse de ser parte de la sociedad, sino simplemente dejar de ser tan corriente y tendencioso y tan parcial, evidenciando su precio e ignorando que el periodista, al momento de escribir, debe despojarse de toda filia y toda fobia para cumplir con los sagrados ordenamientos de la buena prensa y el periodista de excelencia.
En Tlaxcala, por desgracia, no son pocos los reporteros que han equivocado el rumbo, periodistas que utilizan o crean un medio para fines ajenos a informar, orientar y formar ciudadanos conscientes, participativos, responsables y con capacidad de análisis aunque no hay que negar que aún hay pocos comunicadores empeñados en elevar el nivel de la información y en profesionalizar este noble oficio.
Si bien en este medio, como en todos, no hay quien arroje la primera piedra, creo que hay formas, que se debe cuidar la imagen propia y ajena, que se debe anteponer todo beneficio, al respeto, pero sobre todo, se tienen que separar los intereses y la ignorancia del arte supremo de la objetividad.