Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Hay verdades universales, irrefutables, irrebatibles, inocultables y totales y la violencia que padecen las mujeres es dolorosamente real, vergonzosamente vigente, peligrosamente creciente, inaceptablemente mortal y cruelmente permitida y hasta promovida o de plano no atendida de ninguna forma por la gente que hemos puesto y a quienes pagamos fortunas en instituciones presuntamente de justicia y ley.
No habrá un solo ser humano sobre el planeta que no reconozca, acepte, sea testigo, participe o estudia la violencia hacia el sector femenino de Tlaxcala, México y el mundo y todos sabemos de casos de agresiones en la familia, en el barrio, en la cuadra, en el municipio y en cualquier lado…. La mujer sufre todo el tiempo, en todos lados, en diversos niveles y formas, en cualquier estatus social. Eso, nadie, absolutamente nadie lo puede negar.
Para nadie es extraño que las autoridades encargadas de procurar la justicia y aplicar la ley se hacen los occisos y no sólo no atienden ni apoyan a la mujer en situación de violencia, sino hasta se burlan de ellas, de su condición o circunstancias, las re victimizan, la culpabilizan de sus lesiones y la regresan al lugar de donde han sido agredidas, humilladas, despreciadas y privadas de los más elementales derechos. Eso, nadie es capaz de negar.
Hay verdades tristemente irrefutables en donde conocemos de patrones que niegan el salario justo a las costureras, patronas que humillan y explotan a las empleadas domésticas, instituciones de salud en donde dan un trato déspota y denigrante a las enfermas, oficinas de gobierno estatal y direcciones municipales en las que dan un trato vergonzoso y de ineptitud e incompetencia al pueblo femenino. Esto nadie en su sano juicio lo puede negar.
Desgraciadamente la violencia hacia la mujer en algunos casos o sectores se ha normalizado y también desgraciadamente muchas mujeres la han aceptado como normal. La violencia, insistiré siempre, en todo momento y sitio, es inaceptable, injustificable. Y todos deberíamos entenderlo, principalmente las mujeres. Agredir y golpear a una mujer será siempre el acto más vil y cobarde que hombre alguno puede realizar. No existe ningún argumento, motivo, causa o pretexto para golpear a una mujer, absolutamente ninguno. Esta es otra verdad universal… pero.
La lucha por erradicar la violencia hacia la mujer por ningún motivo puede ser motivo de violencia. Es irracional apagar el fuego con gasolina, no es posible reprochar agresiones con agresiones, no se puede curar un mal inyectando una enfermedad, no podemos en de ninguna forma y en ningún caso utilizar la violencia para explicar la violencia, no es dañando, hiriendo, destruyendo, golpeando, como podemos frenar e impedir la violencia hacia la mujer. Esta podría ser una verdad discutible pero el resumen será siempre el rechazo a toda forma de violencia.
La lucha por la emancipación de la mujer, por la igualdad y la equidad, por poner fin al machismo irracional, por proteger a la mujer, por garantiza su derecho a una vida libre de violencia y por garantizar su derecho a no morir ni a ser agredida, no está en las marchas, en los mítines, en la destrucción del entorno urbano, en golpear a otras mujeres, sino en la educación. O no sólo está en las movilizaciones masivas y violentas y destructivas, sino que el remedio está de forma irrefutable en la educación. Esta verdad es ineludible.
Tenemos que centrar la atención en el respeto, producto o resultado de la educación. Pero no de la instrucción o del conocimiento adquirido en las escuelas, sino en la educación y el ejemplo que damos desde el hogar que es de donde surgen, se reproducen, se forman, se moldean y se crían a los machos. Es con las acciones, ejemplos y omisiones desde la casa, el hogar y la familia con las que se producen ciudadanos ejemplares, responsables, respetuosos y amorosos o viles sujetos agresivos.
Es con el actuar propio, con el ejemplo privado y público con los que se puede romper el eslabón que une a la cadena de violencia. Es desde lo individual, no pagando los servicios sexuales de una mujer, como se puede romper la prostitución, es no formándonos una mentalidad mediocre y humillación por medio de las telenovelas como se debe interrumpir el flujo de información y programación de una mujer conforme con su situación de pobreza y violencia. Es con la educación, respeto, tolerancia, dignidad, honor e inclusión como podemos frenar o interrumpir la violencia. Esta verdad es también universal.
Debemos leer, y comprender lo que se lee, para conocer los derechos, alcances, obligaciones y leyes que todos tenemos, pues la violencia hacia la mujer es también ejercida por las mujeres hacia seres de su propio género. Hay talleres de costura donde ellas son verdugos y víctimas. En el anexo femenil del CERESO la violencia y humillación hacia la mujer es “normal” cruel e inaceptable, hay madres que golpean sin misericordia a sus hijas, los cárteles de la droga o la delincuencia común son focos de violencia inaceptable.
Y la violencia de la mujer hacia la mujer también es común y en algunos casos es también motivo de lesiones, muerte, humillación, violación a los derechos humanos y también causa llanto, dolor y tristeza. Luego entonces la lucha no es contra los hombres o no contra todos, no es contra los edificios y monumentos, no es contra la prensa incluso femenina, no es contra los negocios ni contra la policía, no es contra los automovilistas, sino contra nuestra incultura, nuestra falta de valores, contra la ausencia de respeto hacia todo y todos, contra las caras e inútiles instituciones.
La lucha de la mujer contra la violencia es genuina, es necesaria y urgente, es inaplazable, es simplemente justa, pero no está bien dirigida porque si de algo estoy seguro y que tristemente puedo aseverar es que de esta forma violenta poco o nada van a lograr pues su enemigo no está en las calles sino en quienes les niegan justicia y donde se producen los machos agresivos. Es en la falta de educación y de principios, es en la ausencia de respeto a la vida y a la integridad en donde se debe luchar. Y esta, es otra verdad irrefutable.