Yorvelin Montalvo Solano
Una avalancha de promesas y sentimientos encontrados para el pueblo se avecina en próximos meses, pero, ¿qué tan preparado se encuentra el pueblo ante tan inminente fenómeno? ¿Serán de utilidad los resultados de las acciones que el partido en el poder actual ha tenido para “impulsar el desarrollo” de nuestro país, para que el pueblo saque lecciones de ellas y tome una mejor decisión? El mismo partido en el poder ¿estará reflexionando sobre su actuar y “resultados” para seguir convenciendo al pueblo de su permanencia en la próxima administración? Y los partidos que en su momento tuvieron el poder y que con la llegada de Morena se les fue arrebatado drásticamente, dado el hartazgo y continuo descontento del pueblo por las políticas que siempre habían aplicado y que ha generado como único resultado la continua desigualdad y pobreza, ¿tendrán un plan de acción o un proyecto que priorice verdaderamente el desarrollo del país y que convenza al pueblo de su regreso al poder? Tanto el pueblo, como los partidos (quienes, además, representan a una parte de la sociedad –no al pueblo pobre-) deben aprovechar la coyuntura actual para impulsar un cambio verdadero, aunque las respuestas a las preguntas antedichas las encontraremos en el desarrollo de los hechos mismos.
México, como el mundo, vive una enfermedad desde hace ya muchos años, la de la desigualdad y la pobreza, que tiene como síntomas la corrupción, falta de acceso a la vivienda, a la salud, a la educación, a la seguridad social, falta de trabajo, delincuencia, entre otros; enfermedad a la que se le suma la del SARS-Cov-2, lo que ha venido a agudizar la enfermedad que ya se padecía y con ello también sus síntomas. Sin embargo, ahora, entre algunos países, se lucha por quién puede crear la mejor vacuna para esa segunda enfermedad, y otros, los menos desarrollados, se alistan para comprar lo que ellos no puede producir por falta de preparación científica y tecnológica, dada la poca inversión económica a estos rubros. Pero atacar esta segunda enfermedad, no resolverá al mundo, ni a nuestro país de la primera enfermedad, aun cuando la cura para la primera se haya descubierto mucho antes, pero que no se ha querido aplicar, porque dicha enfermedad no afecta a todos, solo al pueblo trabajador; mientras que el SARS-Cov-2 no distingue clases sociales, edad ni sexo.
La pobreza y la desigualdad en nuestro país se está acelerando, pero éstas no han sido causadas por la pandemia, pues su causa principal radica en la naturaleza misma del sistema, es decir, en la propiedad privada de la riqueza social, en la economía de libre empresa y libre mercado, factores que determinan la concentración de la riqueza en manos de un sector minoritario de la población, al mismo tiempo que carece de los mecanismos para atenuar los síntomas que esta provoca. La pobreza y la desigualdad nace de la entraña del sistema capitalista, del modelo neoliberal que tanto critica el gobierno actual. Pero este diagnóstico que se hace de esta enfermedad no es de ahora. Estudiosos, analistas y científicos del país y el mundo ya lo han hecho antes, de lo que ha derivado, la formulación del remedio para atacar de raíz a la enfermedad, sin embargo, solo han aplicado antídotos que mitigan el dolor y el sufrimiento que por ello padecen la clase trabajadora, pero que beneficia a la élite.
Entre uno de los remedios que se han formulado para curar al país de la enfermedad de la pobreza y de la desigualdad, lo han dicho especialistas en el tratamiento de estos temas, como el economista Thomas Piketty, entre otros, el cual retoma la Oxfam, es una reforma fiscal progresiva: que paguen más lo que tienen más, y que paguen menos o nada, los que tienen. Pero es evidente que esto no se logrará con la simple persuasión para convencer a los poderosos de que dejen su fortuna y se olviden de sus intereses particulares. Se necesitan otros mecanismos para poder aplicar este remedio. ¿Lo ha hecho el gobierno actual?
Por el contrario, vemos como en tiempos de pandemia, de acuerdo a los resultados del informe global de la Oxfam: “en tan solo nueve meses las mil mayores fortunas del mundo han recuperado su nivel de riqueza previo a la pandemia, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza esta recuperación podría tardar más de una década en llegar”. “El crecimiento de la fortuna de los 10 millonarios más ricos del mundo desde el inicio de la crisis bastaría para evitar que nadie cayese en la pobreza a causa de la pandemia y para financiar una vacuna universal contra la COVID-19”.
El virus del SARS-Cov-2 ha golpeado a un mundo que ya era profundamente desigual, y no ha sido menos en nuestro país. De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2020, con base en la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), la población ocupada fue de 51 millones de personas, reportando una disminución de (-) 4.2 millones. La encuesta de Oxfam a economistas sobre el impacto de la pandemia de coronavirus en la desigualdad reveló que el 87% prevé que la desigualdad de ingresos aumente o aumente mucho en sus respectivos países a consecuencia de la pandemia. El Inegi expone también problemas en acceso a la salud, vivienda, educación y una mayor brecha digital.
En el caso de la salud, tiene como resultado que en el país hayan, hasta el 30 de enero, un total de 158, 074 defunciones y 97, 414 activos, entre los que pudiera haber quienes se debaten entre la vida y la muerte; a esto se agrega que existen hospitales que están en el colapso, dejando a su suerte en los pasillos de los hospitales, en sus autos o en sus casas a cientos de esos enfermos. Respecto a la vivienda, de acuerdo a estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la carencia de vivienda digna (mayor a 40 metros cuadrados y con servicios básicos) incrementa los brotes de Covid-19 ante el confinamiento, sobre todo en zonas de pobreza y familias de escasos recursos. Es decir, mientras las élites viven y sobrellevan la pandemia con lujos, los pobres viven a su suerte, sin vivienda o que viven en lugares poco salubres y dignos sin los servicios básicos para poder vivir en confinamiento y asegurar la sana distancia y evitar el contagio intrafamiliar.
De la misma manera, podremos encontrar datos realmente alarmantes en sector educativo y en la disponibilidad de servicios básicos en los hogares, servicios que además han aumentado su tarifa, como la luz y el gas, fenómeno que, ciertamente, ya se daba en administraciones pasadas, pero que se han agudizado en el gobierno actual. Sin embargo, como decía líneas arriba, no podemos creer que las causas están en la pandemia que vivimos a nivel mundial.
Por todo lo anterior, no es de extrañarse que los diferentes partidos, hagan eco de estos problemas para sus ya desgatados discursos (donde el amor al pueblo y compromiso con el cambio sean el ápice de sus frases) y convencer a la población de confiarles su voto. El pueblo, por su parte, debe reflexionar sobre los resultados de la aplicación de las políticas públicas que hasta ahora ha presentado la 4aT y si el “proyecto” que presentarán los antiguos partidos asegurarán la aplicación de la verdadera cura para el virus de la desigualdad y la pobreza.
Pero cómo pasará a la historia la respuesta de los partidos y de los gobiernos en turno en las diferentes entidades (éstos, para favorezcan a su color) ante los problemas reales de la población y que se ha agudizado con la llegada de la pandemia, es un capítulo que aún no está escrito, pero que el pueblo debe estar dispuesto a levantar la pluma de la libertad, de la lucha organizada y escribir con ella la vida que siempre se ha imaginado y se merece, una donde el bienestar social y el cambio verdadero sea la principal consigna de los gobiernos, y respaldada, solo entonces, por el pueblo consciente y organizado.