Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
La crisis mundial de salud ha venido a poner a prueba a toda la humanidad y ha modificado sus costumbres, si economía, su concepto de la religión y la fe, sus expectativas de vida y de desarrollo y ha venido a colocarlo frente a su realidad que nunca fue diferente a una raza débil, enfermiza, quebradiza, pasajera, sin garantía.
El hombre de este tiempo se enfrenta al reto que representa su supervivencia, su posibilidad o imposibilidad de continuar construyendo su historia sobre este planeta que creyó suyo, al que explotó e hirió tanto hasta dañarlo de tal forma que el daño se revirtió hacia el verdugo. Tras esta experiencia sanitaria esta raza de seres vivos no volverá a ser la misma a pesar de que no aprendió la lección y está más que dispuesta a seguir cometiendo los mismos errores en todos los sentidos.
Para cualquier ser con una pequeña dosis de inteligencia, terminar el año 2020 entre psicosis y sin la más pequeña garantía se seguir vivo era poco menos que un disparate, una estupidez o producto de una mente desquiciada. Enero pintaba, al menos, como todos los principios de año, si acaso, había un mayor optimismo en la salud, en la economía, el empleo, en mejores niveles de vida. Había nuevo gobierno o con todas las promesas y propuestas. ¿Qué podría salir mal?
Las primeras noticias referentes a un virus mortal y altamente contagioso no fueron importantes. El contagio y sus efectos mortales estaban muy lejos, en otro planeta, en otra dimensión. Luego se habló de la posibilidad de su llegada a México pero eso, no nos quitó el sueño: si llegaba no había de ser para preocuparse… y llegó, pero para eso estaban el gobierno, y los pobres y los enfermos y los viejos, los sin importancia.
Pero la epidemia llegó con todo y despiadadamente. Entonces las autoridades nos pidieron ocultarnos en nuestros domicilios, no salir, no exponernos, y no hicimos caso. Nos pidieron, nos exigieron, nos rogaron y suplicaron usar cubrebocas, usar gel antibacterial, no acudir a reuniones masivas, mantener la sana distancia… y no hicimos caso; entonces la pandemia anunciada, advertida, peligrosa, mortal, asesina, cruel, hizo su aparición de tal forma que siempre sí tuvimos que obedecer, aunque sea a medias, con remilgos y bajo protesta.
La obediencia a los protocolos de salud no es opción. El cambio de formas de vida, la modificación a las costumbres, el evitar muestras de afecto, la libertad de movimiento en el trabajo y en la calle se modifican, se anulan festividades, homenajes, convivios, asambleas, convenciones, encuentros, deportes, cultura, manifestaciones religiosas… nada es igual, nada volverá a ser como antes.
En materia política las precampañas, las campañas, las elecciones, los festejos por el triunfo, la toma de posesión, los discursos y la parafernalia que adornaba todo el teatro de la política y de los políticos también dejará de ser como antes y para nunca más volveremos a participar el show o a ser testigos de la puesta en escena de unas actividades producto de la inercia y de las malas costumbres. El covid-19 es quien dispone, quien marca formas y modos, quien concede o rechaza, quien da permiso o niega, en la nueva política.
Así, los aspirantes a cualquier puesto de elección popular a contender primero en sus partidos y luego como candidatos en las elecciones de 2021, habrán de buscan, encontrar y poner en marcha nuevas formas de proselitismo y encontrarse con el electorado, representará un nuevo reto para el cual ni las personas ni las autoridades electorales están preparados. El cambio político electoral será enorme y para entenderlo y enfrentarlo se requiere de una nueva mentalidad general que no poseemos, que ni vislumbramos.
Los políticos tienen que utilizar la imaginación e inteligencia para venderse y convencer como la mejor opción, su mensaje debe ser transmitido de otra forma, y el elector debe recibirlo y atenderlo y entenderlo con una nueva forma. Todos debemos aceptar que todo es importante pero que hay prioridades y en estos tiempos de pandemia lo que importa no es la política ni los políticos, sino la salud, la economía, el empleo… la sobrevivencia.