Con licencia para quemarle las patas al diablo
La SCJN aprueba un amparo que permite a cuatro personas la siembra, cultivo y consumo personal
Bernardino Vazquez Mazatzi
A ver si entendí bien: el llamado “histórico acontecimiento” en que la SCJN aprueba un amparo que permite a cuatro personas la siembra, cultivo y consumo personal y restringido de mota no es la gran cosa. Ese acuerdo en ningún momento autoriza ni abre la libre venta de mariguana ni faculta a los estados extender permisos para que se abran establecimientos dedicados a la venta de la droga.
En realidad el debate es respecto a negar u otorgar libertad a los mexicanos de fumar mariguana como si eso dependiera del permiso del gobierno: quienes quieren lo hacen y quienes no, pues no. Conseguirla hierba es tan fácil como adquirir pastillas de menta, como comprar condones, como ir a la tienda por unos cigarros o por una cerveza caguama. La también llamada “juanita” se consigue prácticamente en todas partes. Luego entonces cuál es el punto: no es el permiso, sino las condiciones en las que se adquiera y se consuma.
Y sin embargo, la mariguana no es tan dañina como el alcohol y el tabaco. No hay tragedia que no tenga como antecedente el consumo irresponsable e incontrolado del primero. El resultado de un consumo desmedido de vino o cerveza se observa en los hospitales, en los panteones y en las cárceles. Este elemento nocivo tiene como consecuencia la destrucción de las familias, la ruina de los negocios, la pérdida de la dignidad de hombres y mujeres… y no por eso la gente hace tanto pancho.
El tabaco causa la muerte de alrededor de 60 mil personas al año, y no hay presupuesto institucional suficiente que concientice a las personas para no caer en esa adicción ni ley lógica o absurda que impida a los jóvenes iniciarse en el consumo de cigarros. Las campañas del gobierno son de risa pues incluso hay padres de familia que enseñan a sus hijos a fumar a muy temprana edad y el acceso a esa droga extremadamente adictiva es fácil pues se vende en TODAS partes, lo mismo en farmacias que en tortillerías, sueltos, desde luego.
El debate respecto al permiso supremo de quemarle las patas al diablo sin ser detenido, extorsionado, madreado y encerrado por los policías de todas las corporaciones y jerarquías es más el petate del muerto que el difunto mismo. La gente se asusta de tamaño atrevimiento: darle permiso a los jóvenes a fumar esa porquería. Pero si con o sin permiso lo hacen. Oigan, no es para tanto, sólo se trata de que ya no se criminalice ni la hierba ni a los herbívoros, no de hacer obligatorio el consumo.
Cierto, la posibilidad de consumirla ahora con mayor libertad lleva sus riesgos. Generalmente el adicto se inicia con el cigarro común, luego sigue con la mariguana y su contacto con los distribuidores lo hacen propenso y casi seguro consumidor de otro tipo de drogas, algunas mortales o de muy elevada capacidad adictiva como la mariguana sintética o K2 con la que algunos inician y hacen el viaje, pero sin retorno. Los promotores de despenalizar la mariguana podrán decirnos un rosario, pero la realidad es que la mota también causa daños a la salud aunque no tantos.
No obstante el desconocimiento del tema intimida, asusta si se imagina un mundo de zombis enajenados por la hierba, sacude las buenas conciencias la idea de una sociedad de mariguanos, motiva oraciones y jaculatorias para invocar la protección divina ante una cultura de gente atrapada por los vicios aunque en realidad, muy pocos ciudadanos mexicanos sabemos a ciencia cierta qué onda con la yerba buena. Lo importante, creo, es que se ha abierto el debate, que se abre la posibilidad o la negativa, que se deja a tras los tabúes, que se inicia una nueva era de mayor madurez entre la sociedad.
Si a usted, padre de familia, no le gusta ni le gustaría que su hijo se haga adicto o cuando menos, consumidor de mariguana, primero, entienda que no es obligatorio su consumo, y segundo, dele buenos ejemplos, edúquelo en los valores, incúlquele responsabilidades, hágale ver el sentido de la libertad, acérquele opciones y alternativas lúdicas. El ser o no consumidor nada tiene que ver con la aprobación de cientos de leyes sino con conciencia, con la idea de libertad y un desarrollo sano y positivo.
La aprobación de la ley es inevitable; quemarle las patas al diablo es opcional.