Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista
La renuncia del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Carlos Urzúa Macías es manjar para los opositores a Andrés Manuel López Obrador, a MORENA y a la Cuarta Transformación pues les da material de sobra para denostarlo y así tratar de convencer al país de que fue un error el triunfo del tabasqueño que llegó con un costal de promesas y buenas intenciones.
Esta dimisión tiene muchas “lecturas” y cada una se ajusta a los intereses, ideologías, ignorancias, aciertos, críticas y buenas o malas intenciones de los especialistas y todólogos. Cada cual puede y tiene que defender su “verdad” y todos se dirán poseedores de la razón. Finalmente para eso es la libertad de expresión y de pensamiento.
Lo cierto es que algunos ven en la deserción del nacido en Aguascalientes en 1955 como una traición al presidente de la república. Urzúa conocía, o se supone que conocía, a lo que llegaba. Sabía del poder de los grupos de interés, de las mafias declaradas y ocultas en el sistema financiero nacional e internacional, de los retos y riesgos; abandonar el barco es tanto como huir cobardemente dejando al capitán a su suerte y entre conflictos que pudo y debió ayudar a superar.
Algunos dicen que a esta edad, 64 años, los hombres están curados de espantos. Ya poco tienen que aprender y mucho qué enseñar. Saben que de algo se pueden morir y están conscientes de que morir por la patria es lo más digno y heroico, luego entonces, si hubo amenazas creíbles o no, estas no debieron obligarlo a renunciar ni a huir.
Dejar el cargo a pocos días de asumirlo es lo mismo que traicionar a un amigo pues supone dejarlo en manos de los contrarios y contribuir al aniquilamiento de quien le dio la confianza; se fue porque no pudo luchar con las imposiciones de funcionarios en puestos claves pero se dejó vencer por ellos. Se fue porque hay conflicto de intereses en la dependencia por parte de “influyentes personajes” a los con su salida les dejó las manos libres.
La Secretaría de Hacienda es una dependencia clave para el desarrollo y la estabilidad económica nacional. Su peso, junto con la de otras instituciones del Estado Mexicano, es la de una vicepresidencia, si existiera. La dimisión de su titular por fuerza haría tambalear al régimen y enviaría malas señales a los mercados mundiales. Carlos Urzúa lo supo y aun así abandonó no sólo a AMLO, sino a la viabilidad económica nacional y al proyecto de nación que se quiera o no, es la posibilidad que por el momento tiene México para salir adelante.
A la oposición esta situación le viene a la justa medida. Ya tienen para desaprobar todo lo que tenga que desaprobarse como si antes las cosas estuvieron mejor, o como si los anteriores gobiernos hubieran tenido al país en la abundancia y como si los anteriores funcionarios hubieran sido ejemplo de honradez y perfección. Argumentos y adjetivos saldrán a relucir y tendrán como objetivo descalificar al actual sistema y hasta servirán para pedir la renuncia del titular del poder ejecutivo federal. Todos están en su derecho; hay libertad de expresión.
Personalmente creo que hay algo malo dentro del gabinete presidencial, dentro de la ideología política de MORENA, dentro de los grupos de poder político en México y en los intestinos de quienes se aferran al pasado pero que están en el gobierno; hay algo que no funciona, o que funciona mal. Más allá de hablar de incompetencias o malas decisiones al momento de nombrar al gabinete y a directores y jefes, descalificar a priori o con el hígado, denostar por rencores y linchar al presidente, el mexicano plural, objetivo y consciente debe sumar, apoyar, opinar responsablemente e informarse de la realidad que, puede ser crítica o pasar por un mal momento, pero no contribuir a empeorar la situación que se polariza con la salida consecutiva de funcionarios del primer círculo del mandatario.
Los desaciertos en el gobierno, las broncas internas en el equipo, los intereses mezquinos, la corrupción de los altos mandos y la incompetencia e ineptitud de muchos o pocos no son nuevas. Siempre, todos los gobiernos de todos los niveles, han enfrentado estos retos; lo que pasa es que nunca se ventilaban de esta forma ni había una oposición tan aferrada ni desinformada. Y si la había, no era tan extremista.
Lo cierto es que esta situación no debe ser aprovechada para venganzas ni para el cobro de facturas sino para rectificar el rumbo y para encontrar la oportunidad de apoyar. Esto no es el fin sino una nueva oportunidad.