Tlaxcala y su realidad

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

 

Golpear a una mujer es el acto más cobarde que un hombre puede perpetrar y cuando la violencia se ejerce contra una dama indefensa debe considerarse, además de delito, la acción más vil y estúpida que pueda cometer la raza humana.

Las imágenes de una bestia con forma de hombre agrediendo a una señora presuntamente en el municipio tlaxcalteca de Tequexquitla, resumen en segundos la esencia de algunos supuestos seres humanos que por desgracia, como muchos, han olvidado los valores más comunes y elementales y exponen un comportamiento completamente aberrante y condenable, seguros de la impunidad y la superioridad física, que no mental.

El hecho, difundido ampliamente por las redes sociales a nivel nacional, de principio a fin, contiene elementos visuales que tienen como resumen la suma de acción y pensamiento absurdo. Desde que “alguien” sugiere al agresor golpear a la mujer, el cómplice que filma con un teléfono celular las escenas, el que tunde de un golpe en el rostro a la mujer y hasta los que ríen como verdaderos idiotas, son el subproducto de una cultura en decadencia y la materia con la que están hechas las actuales generaciones.

En los días recientes, Tlaxcala se ha convertido en confluencia de todas las miradas debido a hechos no dignos de orgullo y satisfacción. La televisión nacional y la Internet difunden imágenes que mueven a la mofa del país. Desde las escaleras eléctricas, la instalación de un café de moda, el Jesús y los bañistas de Contla, los feminicidios, Tenancingo como capital mundial de la trata de personas, las declaraciones del gobierno señalando a la entidad como copia fiel del edén y ahora con esa brutal y estúpida violencia hacia una mujer indefensa, nuestra entidad es burla y crítica negativa.

Pareciera que en Tlaxcala no hay nada digno de mencionar. Pareciera que en Tlaxcala no pasa nada que deba hacernos sentir orgullo y como si toda su población tuviera las mismas actitudes, tendencias y objetivos. No. No es así, pero las cosas buenas, aquellas que sí pasan, son opacadas por un lado, por la poca importancia que le da el gobierno y por otro lado, porque es la nota amarilla, el escándalo, el morbo, la tragedia y la superfluo lo que vende… y lo que se compra.

En Tlaxcala hay arte y artistas con logros inconmensurables a nivel mundial mismos que a nadie o a pocos importa. En el deporte local hay destacadísimas victorias que nadie o muy pocos celebran porque a nadie llama la atención y en materia de avances en ciencia y tecnología, hay estudiantes de diversos niveles educativos que brillan en competencias internacionales o que han sido llamados por empresas e instituciones de otras naciones, pero de eso muy pocos se enteran.

Tlaxcala en su conjunto es un escaparate de bellezas naturales, de sitios arqueológicos únicos en su tipo en todo el mundo. Hay historia y pasado gloriosos, hay lugares y personas de alcance global; simplemente hay mucho de qué sentirnos orgullosos y qué presumir. Sin embargo es más lo que nos marca y señala que lo que nos identifica como raza y cultura. Qué tristeza que sea así. Qué vergüenza que Tlaxcala sea conocida por la parte negativa. Si de hacer un comparativo se tratara para saber qué es lo que gana si lo positivo o lo negativo, sin duda que lo malo aplasta a lo que debería hacernos sentir dignos de nuestra patria chica.

Hay una creciente tendencia hacia la inobservancia de los valores y hacia la pérdida del respeto a la vida, a los bienes y a la integridad de las personas. El materialismo, el amor por los objetos y la ambición hacia lo que tiene precio pero no valor, nos hacen vanos, estériles, insensibles, inhumanos, vacíos. La gente estudia más y se gradúa, pero no se hace más inteligente; conoce mucho pero cada vez ignora más; son más sus necesidades que sus satisfacciones y antepone su interés personal al bienestar de los otros, sin saber que no hay otros, que todos, por vivir en el mismo planeta, somos los mismos.

Lo ocurrido supuestamente en Tequexquitla, sin que tenga que ser mentira, un video editado, una imagen superpuesta o mala fe de algunos ingratos, no borra en nada una triste realidad de Tlaxcala. Todos los días pasa algo que nos ubica en nuestra terrible realidad y es más trágica y dolorosa, cuando es el gobierno precisamente quien lo niega.

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