Mentiras peligrosas de las niñas de hoy

Esta historia la fuimos armando por partes, en diversos lugares y momentos.

Bernardino Vazquez Mazatzi/Escritor y Periodista

Esta historia la fuimos armando por partes, en diversos lugares y momentos, con cada uno de los personajes involucrados, tratando de comprender qué motivo a Melisa a mentir de esa forma, buscando explicarnos por qué es necesario llegar hasta esos extremos y tratando de entender cómo es que la mente humana crea situaciones en la imaginación y luego las cree reales y las difunde para dañar a los demás.

Melisa es una niña de 14 años de edad, estudiante de secundaria, tal vez del estado de Tlaxcala, o de Puebla, qué más da… para el caso es lo mismo.

Nos contactó primero la mamá de la estudiante. Nos habló de un abuso impronunciable que se estaba cometiendo en la persona de su hija. Y acudimos a la cita; de ahí nos llevó en calidad de familiares a hablar con los directivos del plantel y con el profesor presuntamente culpable de abuso sexual… aunque aparentaba un idilio, una situación sentimental fuera de control, o un delito oculto entre sentimientos confusos… parecía muchas cosas…

Así es que ante todos, de golpe, Melisa confirmó lo dicho ya anteriormente: el maestro de educación física y ella se amaban, se habían besado, se encontraban en sitios ocultos de forma continua y se acariciaban. Dijo que no le interesaba que ella contara con 14 años y él, el amor de su corta vida, 37… pero había otra sorpresa que aquella mañana escandalizaría a todos: ya eran amantes…

Así es que la niña lo dijo con calma, hasta orgullosa, con voz serena y la mirada en alto, como anunciando un triunfo o queriendo compartir un logro o tal vez esperando que los presentes brincaran de gusto:

“Amor, creo que ya es tiempo de que sepan la verdad… ya no es necesario que lo sigamos ocultando; si de verdad nos amamos, por qué seguirlo negando… Anda, diles que me amas, y que soy el amor de tu vida… total, si ya he sido tuya muchas veces…” eso fue lo que dijo dirigiéndose al maestro presente.

La madre de Melisa estuvo a punto del desmayo, el tío de esta quiso agredir al profesor, el director del plantel estaba atónito, los miembros de la sociedad de padres de familia quedaron con la boca abierta en tanto que el maestro señalado gritó una negación queriendo que se escuchara hasta el mismo cielo.

Así es que impidieron que el maestro presunto culpable hablara, quisieron escuchar primero la versión de la niña, sintieron la necesidad de creerle a ella, tal vez porque en su confusión o en su inocencia diría todo y ese todo, tal vez sería la verdad.

“Él me gustó desde que llegó a esta escuela, y sé que no le fui indiferente, porque primero me miraba bonito, luego me cerraba el ojo, hasta que empezó a regalarme cositas. Pues pulseritas, aretes, uno que otro perfume… y pues ya, me fui enamorando de él…”

“Bueno no, no se me declaró; fue hermoso cómo paso… simplemente me tomó de la mano, se me acercó y nos besamos. ¡Fue tan divino ese primer beso en mi vida! Yo ya estaba enamorada de él, por eso para mí fue como reafirmar nuestros sentimientos y nuestro deseo por ser pareja”

“Pues es muy tierno, muy detallista, muy amoroso; siempre me enseña cosas nuevas, me trata delicadamente como lo que soy, su mujer… digamos que él es para mí lo que muchas mujeres quisieran tener…”

“Fue una tarde que quedamos de vernos en (…) y ya lo saludé de beso y todo y ya me subí a su coche y me llevó a dar una vuelta por (…) y ahí hicimos cosas…

“Pues cosas, ¿no?”

“Ah pues… es que me da pena…”

“Pues nos tocamos, me tocó, lo toqué…”

“Pues me agarró aquí… y yo le agarré esto… y luego hicimos así y luego de esta forma; no, no estábamos desnudos, no…”

“No, no fue a la fuerza, fue por amor, no crean que me obligó, o me gritó o cosa de que me haya pegado, no… yo lo hice por amor, porque como ya les dije, nos amamos”.

“Pues me lo dijo y hasta me preguntó si quería y que si no quería pues no… me dijo que no era a la fuerza… Y pues yo acepté encantada… me llevó a un hotel y ahí hicimos el amor… al menos yo pues fue mi primera vez y…”

Para este momento hubo otro intento de agresión… hubo mucha confusión, nuevamente hubo insultos e ira en contra del profesor que estaba resguardado por algunos hombres que lo protegían de los familiares de la niña y de otros padres de familia presentes…

El maestro de educación física lloraba, decía algo pero nadie lo escuchaba en ese escándalo de decenas de voces que gritaban… pero ya más cerca alcanzamos a escuchar que le pedía a Melisa decir la verdad, que no era cierto lo que estaba diciendo, que nunca han estado cerca, que no tienen ningún tipo de relación pues ni siquiera es su alumna. Pero a él nadie quiso oírlo, así es que fue retirado bajo protección de hombres fornidos y trasladado al aula de cómputo. Así se escribió la primera parte de esta historia.

A los pocos días la mamá de la estudiante nos llamó, quería que estuviéramos presentes en un encuentro entre funcionarios educativos, representantes sindicales, la niña y unos profesores. Y en su domicilio, ante estas personas, volvió a repetir su historia, la misma, sólo que con mayores detalles… ahora convenció más pues se le hicieron preguntas concretas que buscaban saber si decía la verdad respecto al acto sexual… y ella, sin titubeos, sin pena, sin presiones, dijo lo que ya había dicho, sólo que más explícita… Y todos le creyeron…

Por supuesto que hubo condenas a la supuesta actuación del mentor. Se le insulto en su ausencia, se le amenazó con agredir a su familia, se dijo que se exigiría una gran indemnización al gobierno, que le iba a propinar una golpiza al profesionista…

Pero también acudimos a un encuentro con el director del plantel, la sociedad de padres de familia, los representantes sindicales y desde luego, el maestro señalado. Y ahí escuchamos la otra parte, lo que él ya había dicho antes, lo que suplicaba se le escuchara, su verdad… y es que juraba por su esposa, por sus hijos y por su madre que eso no era cierto, que nunca estuvo siquiera a diez metros de la menor, que nunca le dirigió la palabra, que no hubiera sido capaz de causarle daño a una chiquilla… y dio argumentos, incluso comprobó que en la fecha en que la alumna dijo que estuvo en el hotel el profesor estuvo en una reunión, y había muchos testigos. La situación se complicaba.

No obstante, la balanza se inclinaba a favor de la niña… porque su versión era de una realidad irrebatible… decía cosas que sólo si se viven se conocen, que sólo si se experimentan se describen… hablaba con propiedad, explicaba modos, formas, palabras, situaciones, colores, aromas, sensaciones… experiencias sexuales…

Para el profesor la sentencia estaba dictada… le retirarían su cédula profesional, lo marginarían de magisterio, lo echarían de su sindicato… y quedaba expuesto a la violencia física de la familia de Melisa, al descrédito y al dedo acusador de la sociedad y del resto de sus compañeros… estaba abatido… lloraba, juraba no haber causado eso de lo que se le acusaba… así dejamos esta segunda parte de la historia…

90 días después nos llamó el director del plantel… y llegamos cuando los presentes estaban en silencio, meditabundos, todos metidos en sus reflexiones; también estaba el maestro acusado, y la niña, que parecía feliz; sonreía, jugueteaba con un objeto… nos quedamos sorprendidos y nos preguntábamos si esa reunión era para pagar una forma de indemnización a la estudiante, si nos iban a anunciar que estaba embarazada, si quizá se habían comprometido en matrimonio, si acaso ahí habría de ser detenido el profesor y tantas cosas más, de malas a peores…

Pero no. La historia daba un giro que le ponía el punto final…

Todos se deshacían en disculpas al maestro. El director del plantel le pedía olvidar el pasado reciente, regresar a sus obligaciones, le reiteraba su amistad y su confianza; los padres de familia le suplicaban no tomar en serio las acusaciones hacia su persona, los dirigentes sindicales le comentaban que eso suele pasar… que no lo tomara tan a pecho; sus compañeros maestros le daban palmaditas en la espalda y trataban de hacerle entender que la vida a veces nos juega bromas muy pesadas… pero el profesor lloraba en silencio, sus lágrimas caían al piso…

Y la niña…

La niña jugaba y sonreía como si nada de lo que ahí se decía tuviera que ver con ella…

Su madre, que sí tenía pues estaba presente, le exigía a veces jalonándole la ropa o tratando de darle una que otra cachetada, que explicara por qué es que había dicho tamaña mentira, que dijera cómo es que se le ocurrió decir eso que no era verdad, que si no se daba cuenta del daño que había causado a un maestro, que si no entendía el dolor que le causaba a ella como autora de sus días, que si ya había pensado en lo que iban a decir sus compañeritas, y el pueblo, pues ya todo mundo lo sabía…

Ella no decía mucho… sólo un: “pues nomás” “se me hizo fácil” “simplemente se me ocurrió” “qué quieren que les diga”…

Y sonreía como quien hace una travesura más. Sólo eso… hasta parecía divertida…

El maestro no le dijo nada cuando le preguntaron si tenía algo qué decirle a la pequeña; a la mamá sólo la miró y le dijo “que Dios la bendiga, señora”. Se dejó abrazar, se dejó consolar por las profesoras que apenas un día antes lo aborrecían por su atrevimiento y estupidez… el lugar quedó en silencio y luego, sin más explicaciones, la dirección de esa escuela secundaria se quedó completamente vacía, sin testigos de lo que le pasó a un maestro inocente…

Así concluimos con la tercera y última parte de esta historia.

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