Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Es triste ver el grado de fanatismo y consecuente violencia que despierta en algunas personas el actual proceso electoral. Se puede estar a favor de un candidato o comulgar o no con una corriente política, pero ni eso ni algo por muy importante o más importante debería despertar tanto encono y agresividad hacia quien no piensa igual o no comparte una ideología.
La pasión por tal o cual aspirante o partido se ha desbordado y salido de control y ha contaminado la convivencia que debería ser pacífica entre el electorado. Muchos, sin conocer a fondo la propuesta o proyecto del candidato, sin interpretar correctamente la tendencia del instituto político y sin analizar pros y contras, inmediatamente saltan en defensa de su predilecto y agreden y ofenden a quien consideran enemigo también sin reflexionar por qué sí y por qué no.
Cierto es que algunos candidatos o partidos tienen mucha cola que les pisen, que hay aspirantes que abiertamente obligan desde el poder a la gente a hacer proselitismo, que la captación de copias de credenciales del IFE está en su apogeo, que hay compra de votos y amenazas con quitar programas federales institucionales si no se vota a favor de alguien, pero ni siquiera eso es motivo para agredir verbal y físicamente a los que piensan diferente.
Hay grupos dedicados ¿o contratados?, a ofender y agredir a todo aquel que exprese de cualquier forma y por cualquier medio, su preferencia a algún candidato o partido. Más aún en las redes sociales, en donde ocultos tras el anonimato, los unos y los otros se enfrascan en estériles discusiones y fragorosos combates defendiendo y atacando a sus predilectos o contrarios en la política. De esa forma se alimenta el encono y la violencia política convirtiendo al proceso electoral actual en una exhibición de lo que no se debe hacer y en una muestra de cuán estúpida es la política cuando se utiliza de esta forma.
Quienes se han entregado a este tipo de actividades, seguramente creen que obtendrán algún beneficio personal en caso de que gane aquel a quien defienden y apoyan. Porque creen de verdad y de corazón que tienen el deber y obligación de poner las dos mejillas y utilizar todos sus recursos legales o no para y por denostar al contrario, ridiculizarlo hasta la ignominia y restarle simpatías para hacerlo perder en las urnas. Sienten que alguien se los va a agradecer y que, en caso de que obtenga el triunfo su abanderado, este llegará a felicitarle, darle las gracias, reconocerle su valentía y, si fuera posible, ofrecerle algún puesto en la administración. Nada de eso va a pasar.
Lo malo de la política o cuando menos de la política mal entendida es que viene a dividir no sólo las opiniones, sino a las familias, llegan no sólo a romper las amistades sino la paz social. Para expresar un desacuerdo o una opinión contraria no es necesario llegar a la ofensa o a la agresión vulgar. Para estar en contra de un partido o de un candidato no es necesario ser tan agresivo ni tan corriente y para estar a favor de ellos no es indispensable ser tan zalamero ni tan rastrero. La política es ciencia e inteligencia, es madurez y reflexión, es participación y civilidad, es un arte y es democracia.
Quienes buscan la presidencia de la República, la titularidad del poder ejecutivo estatal, una diputación local o federal, una presidencia municipal o una regiduría, pueden ser buenos o malos ciudadanos, pueden tener todas las aptitudes o ser neófitos en la administración pública, pero ninguno de ellos merece ofrendar la vida, el físico o la amistad y mucho menos provocar discordia ni incitar a la violencia. El respeto por encima de todo y como una forma de demostrar tener la razón sin imponerla.
Los aspirantes y los institutos políticos, deberían tener entre sus prioridades el llamar a sus militantes y simpatizantes a mantener la calma y promover el orden, a participar sin presiones y sí con civilidad y a contribuir de todas las formas posibles a la paz social, urgente en estos tiempos convulsos.
La sociedad en general o un sector de ella pueden sentirse agraviadas con el régimen actual, con un partido, con un candidato o con todo junto, pero eso no le da el derecho a promover la violencia, agredir a alguien con diferente punto de vista y preferencia o a quien no apoye ni comparta sus preferencias. El respeto, la civilidad y tolerancia por encima de todo.