La vida te pone trampas, hoy soy lo que tanto critique: Laura
“Si algún día se enteran mis hijos, no quiero que me lo agradezcan pero al menos que no me lo reprochen”
Por I. Carolina Campos
“Yo fui ama de casa, bien casada, pedida y dada como dicen mis hermanos. En esos tiempos de juventud sólo piensas en ser feliz toda la vida al lado de tu esposo y nada más, el mundo te parece pequeño teniendo al amor de tu vida a tu lado. Yo lo tenía todo, un hombre al que amaba y me amaba, trabajo, dinero, casa y carro, que más podía yo pedir, pensé que nunca nada me faltaría ni a mí, ni a los hijos que Dios nos mandará, pero llegó el momento de desgracia, lo que nunca piensas que te puede pasar, y todo se acabó, acabe prostituyéndome”.
Laura, nombre ficticio de nuestra entrevistada, comparte con nuestros lectores de Ojo Águila su historia que fue marcada por la tragedia, que provocó un junior al circular borracho y chocar su automóvil contra el de ella y donde también viajaba su esposo y sus tres hijos.
Con una cerveza en la mano y un vestido rojo que marca la huella del paso de los años por su cuerpo, Laura acepta contarnos parte de su vida en la que al quedar viuda también se quedó sin nada, sin carro, sin trabajo, sin casa y sin familia, pues le dieron la espalda acusándola de ser culpable de lo que pasó, al grado incluso de querer quitarle a sus hijos que hoy andan entre los 15, 17 y 19 años.
“Esa noche, esa trágica noche veníamos de Acapulco, veníamos de disfrutar un par de días solos, en familia, veníamos casi llegando al DF donde entonces vivíamos con mis suegros, había mucho tráfico los carros avanzaban muy lento, recuerdo que en un crucero el semáforo nos marcó el paso pero de la otra calle un loco no se frenó y nos chocó del lado de mi esposo, él recibió el fuerte golpe, quedo gravemente herido y a todos nos llevaron al hospital, el tipo que después me entere iba borracho se fue y nos dejó a la suerte….”
“…Recuerdo que mis suegros llegaron al hospital y lo primero que hicieron fue reprocharme que su hijo estuviera ahí postrado en la cama entubado y sin moverse. Yo fui dada de alta en una semana y de inmediato me hice cargo de todo y de todos los gastos, vendí el carro e hipoteque la casa, tenía que salvar a mi marido y dar de comer a mis hijos. Mis suegros me culpaban porque ese viaje lo decidimos sólo él y yo, pero mi esposo, para que nos fuéramos sólo nosotros, les dijo que yo había preparado y organizado todo y esa idea se quedó de que yo me lo lleve, según ellos, a la fuerza…”
“…Él estuvo en estado de coma más de medio año, los médicos no daban esperanzas, yo lo cuidaba todo el día y noche, perdí mi trabajo en la oficina, él era agente de ventas y sólo nos ayudaron con muy poco. Murió y todo cambió para con mis hijos y yo, mis suegros me corrieron de la casa, la hipoteca la pagó mi cuñado y se quedó con nuestra casa mía y de mis hijos, le pedí que me diera la oportunidad de pagarle poco a poco pero no quiso, ni siquiera porque tenía a tres hijos de su hermano. Mis suegros amenazaron con quitarme a mis hijos si seguía insistiendo conque me dejaran mi casa, no me quedo más remedio que salir a rentar y buscar trabajo, tenía una carga que afrontaría yo sola”.
Laura nos platica que en los trabajos que encontró el dinero resultó insuficiente para mantener cuatro bocas, estudios y renta, hasta que en uno de esos trabajos encontró una compañera que la invitó a tener un trabajo extra en el que podía ganar más y solventar sus gastos.
“La vida te pone trampas, yo siempre juzgue mal a las prostitutas, les ponía calificativos denigrantes y ahora yo soy una de ellas. Mi amiga me invitó una noche a un bar en el que trabajaba en México, la primera noche me arregle lo más que pude y lleve pantalón de mezclilla y un suéter, allá me cambiaron la ropa por vestido corto, se me veía la punta del calzón y me pintaron como payaso, no sabía ni cuanto se cobraba ni que se decía a la hora de la hora, yo sabía a lo que iba y fui por mi voluntad y por dinero. A mis hijos les dije que iba a trabajar por la noche en una fábrica, y sí me creyeron….”
“…Esa noche tuve dos clientes, pasaron los días y las semanas y me fue gustando, ahí conocí a una persona que me gustó mucho, tocaba en el grupo musical que amenizaba los viernes, nos hicimos amigos. Se pierde la vergüenza, se pierde quizá el valor por una misma, pero sobre todo mis hijos perdieron el hambre y las necesidades y ahora estamos por lograr una casa nueva y porque no, un coche. La vida da vueltas, al bar he visto que va mi cuñado, el que se quedó con mi casa y ha pedido el servicio, no conmigo, no, no quiero que me vea. Yo sólo espero que algún día mis hijos no sepan en que “fabrica” trabaja de noche su mamá, y si algún día se enteran no quiero que me lo agradezcan pero al menos que no me lo reprochen”.
Nuestra entrevistada actualmente vive en Tlaxcala, cuenta con 40 años de edad y hace 5 años que dejó la Ciudad de México, es originaria de Monterrey Nuevo León, se siente feliz en sus dos trabajos, aunque dice que ya está pensando dejar uno, el que desempeña en el día y solo dedicarse al que desempeña por la noche.