Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Si en esta fecha fueran las elecciones para presidente de la república, sin duda Andrés Manuel López Obrador obtendría el triunfo en las urnas por amplio margen. El abanderado del Partido Revolucionario Institucional, José Antonio Meade quedaría en un segundo lugar aunque tal vez no muy lejos del ganador y en tercer lugar llegaría el candidato de la alianza encabezada por el Partido Acción Nacional, Ricardo Anaya.
No es que el abanderado de MORENA sea el salvador de las almas y el mesías que conduzca a la raza humana a la superación material y espiritual, sino que dice lo que la gente quiere oír y lo dice de quienes no tienen la mínima capacidad y oportunidad de negar las acusaciones. Le endulza el oído al pueblo, se pone de su lado al criticar, culpar y sentenciar al gobierno y es la voz de los callados que grita la corrupción, la violencia, los pésimos o nulos resultados, los malos gobernantes. La gente lo siente y lo cree de su parte; les habla con su lenguaje y los convence de que es diferente. En ese sentido va bien. El mensaje, con su intención y resultados, pega, gana, y tiende a fortalecerse.
En la primera semana de enero del recién estrenado 2018 lo que se observa es que la campaña del seguro abanderado del PRI no levanta. Los mensajes de sus promocionales no tienen sentido ni rumbo. Le pesa enormemente su pasado político indefinible y errático, le daña la parte negativa de la imagen del presidente Enrique Peña Nieto y la parte oscura de su administración. En las redes sociales, de mala fe, con excesiva violencia y hasta marcada vulgaridad y enojo, la gente se expresa de forma descalificativa de este sexenio y aparejan y comparten esa agresión hacia Meade. Eso le está haciendo mucho daño a partido y aspirante.
La gente de la estrategia en el discurso y en general la encargada de la imagen del ex secretario de Hacienda está haciendo un pésimo trabajo. Si va a continuar así, tienen garantizada la derrota en las urnas. A la gente, ya predispuesta al rechazo y que se considera agraviada por todo y por nada le molesta y hasta enoja el vacío del mensaje y el poco carácter de las palabras, gestos y actitudes del pre candidato tricolor. Van mal.
Por el lado del PAN, en este momento de la política nacional, su casi seguro candidato Ricardo Anaya, dicen los propios panistas, parece una broma de mal gusto o un aspirante puesto para perder. Su mensaje en la radio y la televisión, su rostro poco familiar, su voz fingida, sus ademanes de niño rico, su historia real o inventada y su verdadera intención por participar tienen al elector en un rechazo casi automático y casi generalizado.
Los mismos panistas lo consideran una auto imposición y quedarse como candidato lo creen un capricho a costa de la verdadera ideología política del PAN y ajena a los venderos militantes que si bien saben que no tenía a nadie mejor, no por eso lo consideran una decisión acertada. Muchos de ese partido piensan en otras opciones que no son ni el PRI ni la independiente. La alianza con el PRD, aseguran, mató a la verdadera izquierda en México y no comparten los intereses de una simbiosis que creen malsana, estéril, absurda. Y se van a ir.
La fotografía de la situación política en México, en esta primera semana del año, apunta al triunfo del tabasqueño. Independientemente de que su proyecto de nación sea factible o no, de que su trayectoria sea intachable o sucia, de que sus propuestas sean viables o sueños guajiros, aparte de que demuestre una forma honesta de vivir o no la tenga, la animadversión hacia el PRI es real y muy fuerte. El rechazo al alza de los energéticos, la guerra perdida en contra del narco, la violencia irracional y casi generalizada, el real o supuesto despojo del extranjero de la riqueza nacional, el vergonzoso actuar de algunos gobernadores priistas y hasta el exorbitante endeudamiento nacional abonan y limpian el camino a López Obrador.
A eso se le suman las pésimas determinaciones estatales en la postulación de candidatos a diputados federales y de otros cargos de elección popular pues aunque lo quieran negar, por encima de los intereses nacionales o de partido, está el pago de cuotas, los compadrazgos y amiguismos y la compra y venta de candidaturas. El PRI la tiene muy difícil si es que quiere ganar de forma limpia y honesta, aunque esto para muchos sea un contrasentido.
La imagen y propuesta de López Obrador, un poco menos populista que las del PRI, se encuentra presente en un enorme porcentaje de los mexicanos que, así como con temor y no con poca precaución dicen que para que el candidato de MORENA no gane lo tienen que eliminar. Sí, hablan de que sólo muerto puede perder. Y de que sólo así alguien diferente ganaría en las urnas. Son palabras mayores, son sombras ominosas, pero, dicen, en este país con su historia de crímenes políticos, todo es posible; ojalá y no.
Este es el escenario político al momento, esta es la fotografía a tantos meses de la elección; claro que las cosas pueden y van a cambiar. Falta la guerra sucia, los golpes bajos, el estiércol en las campañas, las traiciones, el dinero regado a manos llenas, la promesa y hasta los crímenes a nombre de la democracia y de México.