La tradición del día de muertos en Chiautempan
(Parte I)
Por Jesús Cortés Ilhuicatzi
Cronista Municipal
Sirva esto como un pequeño homenaje a José de Jesús Dolores Arriaga Lima, mejor conocido como “Chucho el Roto”, el Robin Hood Mexicano.
Y en palabras del maestro Desiderio Hernández Xochitiotzin, cuando expresaba sobre la muerte decía:
“Todas las noches tenemos el ensayo de la muerte.
Y todos los días, ensayos al despertar la resurrección”.
La celebración de todos santos o día de muertos en Chiautempan, no son días tristes, más bien, son rezos, cantos, colores, olores, sabores, flores, panes, dulces, alegría, nostalgia que se mezclan en la espera del alma bendita, que llega a reunirse con su familia, que a su llegada, el aroma del incienso y el cempoaxochitl, le dan la bienvenida a nuestros fieles difuntos.
Hablar de la muerte, es hablar de una mezcla de creencias religiosas prehispánicas y católicas, sincretismo que nos enseñaron los evangelizadores, a través de la conquista espiritual, los religiosos franciscanos, observaron la forma de cómo era un enterramiento, vieron que de alguna manera teníamos coincidencias, aunque, en cada cultura es de manera diferente llámese Azteca, Maya, Zapoteca, Nahuatl, etc.
Para el pensamiento indígena la muerte, no era fin de la existencia, era más bien, el paso a algo mejor, era ir al Mictlán, al lugar de los muertos, que era como llegar al paraíso, aunque habría que pasar nueve pruebas, estos a su vez, eran ayudados por sus familiares cuando les colocaban las ofrendas y con ello, ayudarles en el camino hacia el Mictlán, y cada año se celebraba éste para recordarlos. El rito de celebración prehispánico, tiene una relación con el calendario agrícola y se celebraba cuando iniciaba el levantamiento de la cosecha, pues ellos, los indígenas lo veían como el compartir la cosecha después de la temporada de escasez, con los muertos.
Por ello, hoy día en excavaciones de sitios arqueológicos, se han encontrado enterramientos con ofrendas de vasijas, esqueletos de animales, maíz y otros elementos que le ayudaban a la persona en el camino hacia el lugar de los muertos.
Para los indígenas tlaxcaltecas prehispánicos, la muerte era el “Miquixtli” con sus deidades mayores del Mictlán, que tenían sus templos, sacerdotes y sus rituales y la celebración se realizaba en los meses de agosto y septiembre.
La muerte en el pensamiento tlaxcalteca, se creía que el espíritu o alma de los señores principales se volvían niebla, nubes, aves de plumas exóticas y ricas en coloridos, también se convertían en piedras de inigualable valor.
Y para el rango social menos afortunado morir significaba un privilegio descendente, pues las almas de la gente común se trasportaban en comadrejas, escarabajos hediondos, almas poco deseadas, y animales rastreros.
Para la religión católica el concepto de la muerte, es el paso de la muerte a la vida, por tanto, la muerte no es un dios, y con Jesús se nos da la resurrección y una nueva forma de vida y esto dependerá según nuestros actos en la vida, buenos y malos, para que podamos gozar el cielo o del purgatorio, y si nuestros actos son malos, reprobables, el lugar será el infierno, esto, será el juicio de la muerte en el pensamiento católico.
Siendo pues los evangelizadores franciscanos quienes a través de la religión católica, difundieron el culto a los muertos, por medio de la celebración de los fieles difuntos, en nuestro México.
El origen de esta celebración comienza en el siglo VII, San Isidro de Sevilla; decía que el lunes de pentecostés se ofrecía el Santo Sacrificio de la misa por los difuntos.
Pero el Papa Urbano II quien instituye en el año de 1095, y después San Odilón, Abad de Cluny, quien fuera gran promotor de la celebración de los fieles difuntos; el Papa Urbano II hizo un oficio propio de los difuntos y mandó se hicieran 3 misas pidiendo por todos los fieles difuntos.
Una razón es, que el ritual católico, los santos celebran su día en la fecha de su muerte, ante eso, la iglesia católica nos recuerda el día miércoles de ceniza “polvo eres y en polvo te convertirás”, pero todo quedaría en esa frase, más bien en el pensamiento de la iglesia católica la muerte es el tránsito o paso hacia el cielo; el mejor ejemplo lo tomamos en la resurrección de Jesús, el paso de la muerte a la vida.
Hoy día colocar un altar dedicado a los muertos o difuntos, se concibe en 7 espacios, o escalones de forma ascendente, se coloca un mantel blanco y en el:
Primer Escalón.- Se coloca la imagen del crucifijo, más abajo la imagen de la Virgen del Carmen, de Guadalupe y de Ocotlán.
Segundo Escalón.- Es dedicado a las ánimas del purgatorio.
Tercer Escalón.- Se coloca la sal para los niños del purgatorio.
Cuarto Escalón.- Se coloca pan (hojaldra, pezuña, tlacatonal) y vino esto es, como la imitación de consagración del pan y el vino, en el concepto católico, la celebración de la eucaristía.
Quinto Escalón.- Se coloca comida, fruta, según hayan sido las preferidas del difunto a quien se le dedica la ofrenda del altar.
Sexto Escalón.- Se coloca la foto del o la difunta.
Séptimo Escalón.-Se coloca una cruz, hecha de flores, arena, sal, esto significa los dos niveles que hay entre el sueldo y la mesa o sea el cielo y la tierra.
Otra razón es porque en la mesa se colocan fotografía de los familiares difuntos en culto y los símbolos de la fe, el crucifijo, imagen de la virgen María u otra, los elementos de agua y fuego, representados por líquidos como el atole, pulque, agua, otras bebidas, velas, ceras, veladoras.
Sobre el suelo se colocan elementos que simbolizan el aire y la tierra, por ello tenemos el sahumerio, el incienso, semillas y frutas.
(Aunque esto puede variar un poco, por las costumbres o tradiciones de cada lugar).
Continuará…