Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Porque escribes tu nombre con la X, que mucho tiene de cruz y de calvario… según la épica poética de Ricardo López Méndez y sin duda, también mucho tiene de tragedia, con la que te castiga la naturaleza y el entorno económico mundial y la que te nace de las entrañas, con la que te castigan tus hijos mal agradecidos que desde el poder poco saben de las lágrimas y de las necesidades.
A México lo azotan las tragedias naturales que son curadas por las manos amorosas de su gente, aquella que se quita la camisa y el pan de la boca para convidar el alimento y calmar el llanto y la pena, pero también lo agravian las acciones y omisiones del gobierno que hoy como nunca, en los terremotos del 7 y 19 de septiembre, se vio rebasado en atención a los lesionados y en apoyo a los que perdieron todo.
La inmovilidad gubernamental, significada por la ausencia injusta e inexplicable de esos políticos habladores y fanfarrones, sin duda representa otra tragedia pues nos revela de forma cruel que nuestros servidores públicos, en su inmensa mayoría y salvo honrosas excepciones, no saben ni qué es lo que están haciendo o no haciendo en esa oficina pero hasta donde les llega un salario que ya cualquier jornalero u obrero quisiera como pago por meses de trabajo o como la suma de su aguinaldo, utilidades y otras prestaciones.
México de mis tragedias, testigo del abuso vergonzoso y abominable de esos funcionarios y líderes políticos que acaparan la ayuda en forma de despensas y la etiquetan y remarcan para apropiársela como ayuda partidista, de esos ignorantes gobernantes que se consideran dueños de la ciudad, de los apoyos y hasta de las desgracias telúricas reiteradas y consecutivas. México de la indignación popular al ver a estúpidos dirigentes partidistas pedir ayuda para los hermanos en el infortunio, pero anteponiendo sus siglas y sus colores desteñidos como si se tratara de la compra venta de conciencias y de votos.
Y aun así, mi México lindo y qué herido, haces surgir de tus entrañas las manos solidarias de tu gente que día y noche escarba entre los escombros para renacer la vida o rescatar al hermano fallecido, nos brindas la sonrisa de los niños que cura más que la medicina ilusoria y ausente de tus hospitales, que nos brindas un ejército de jóvenes que se parten en el hombro entre el cascajo encontrando en una cubeta vieja mayor utilidad e importancia que pudiera tener el infeliz político que se oculta de su miseria y su tamaño entre cuatro paredes para no tener que enfrentarse a su fútil realidad.
“México, creo en ti, como creo en los clavos que te sangran” y que no obstante como madre que eres de la estirpe, a pesar del robo y el saqueo permanente que padeces, te ofreces siempre generoso y dadivoso, pronto para el olvido de la ofensa y ausente para la oferta y la promesa; eso eres mi México para quienes aún se esfuerzan por hacerte digno y venturoso, para quienes en su poesía y su trabajo encuentran el pan y la esperanza.
Debo creer en ti porque eres como dice López Méndez, el alto de mi marcha y el punto de partida de mi impulso, porque sé que no eres tú como suelo bendecido y como geografía en venta, la culpable del hambre y la injusticia, que no eres culpable de la ambición del gobernante que se enriquece hasta la demencia, que nada tienes que ver con la codicia del político corrupto ni corre por tu sangre la sed de la venganza o la idea de la muerte violenta del hermano.
México, creo que la herida que hoy te sangra y el agravio que hoy te ofende sin duda son tremendos, pero sé también que como antes, como siempre, sabrás salir adelante, porque ante ti se levantan los brazos de tus muchachos y muchachas para salvarte y salvar la raza, porque desde muy dentro del alma surge la voz que grita al poder su reproche y su exigencia, porque este terremoto no sólo sacudió tu tierra sino la conciencia de los mexicanos.