Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Me preguntaban algunos colegas periodistas en Guatemala, allá por septiembre de 2012, respecto a cuál es el estado supremo del hombre y por el cual la raza humana alcanzaría su más alto nivel de civilidad y progreso. Esta pregunta, me dijeron, había abierto una nueva perspectiva en algunos intelectuales contemporáneos de América Latina que los hacía divergir y dudar.
Sin embargo en mí, por convicción, surgió espontanea la respuesta al asegurar que es la consciencia el estado supremo del individuo pues de la que se derivan todos los valores o principios que hacen de esta civilización una raza inteligente, evolutiva, evolucionada y pensante. De estos cuatro conceptos deriva el respeto, la libertad y la responsabilidad y es el primer principio el elemento indispensable y único que garantiza una convivencia armónica y civilizada de las culturas y sociedades.
El respeto es el argumento indiscutible que hace al individuo un ente separado del resto de los seres vivos que debería conducirlo al nivel más alto de la civilización y debiera ser este el recurso y elemento que lo llevara a dirimir sus diferencias por medio de la palabra y rechazar la violencia como opción o alternativa que, a estas alturas de la mal llamada era de la inteligencia y la tecnología, debió ya estar erradicada.
El respeto tiene que ver forzosamente con la educación, entendida esta como hábitos o costumbres o modos de vida o actitudes y acciones que hagan de la persona un ser noble, humanista, comedido, humilde y de buen trato. El problema es que en México hemos entendido mal el asunto de la educación y la hemos confundido con instrucción académica y en el peor de los casos, los padres de familia les hemos delegado a los maestros esa responsabilidad que empieza y termina y que tiene su origen y destino en el hogar y en ningún otro lado.
De ahí que el reto de la reforma educativa debe centrar su atención, esfuerzo y recursos en crear seres conscientes y no sólo inteligentes pues no hay que olvidar que la instrucción escolar sin valores hace al hombre un ser inteligente pero más vil. Un ser con mucho conocimiento pero sin valores es incluso un peligro para el resto de la raza humana y representa un ente vacio.
Para educar no se requiere solamente de buenos maestros, de excelentes instalaciones, de enormes presupuestos o de buenas intensiones. Se requiere en principio la voluntad y el interés de los padres de familia, el compromiso de los maestros, la atención de las autoridades locales inmediatas, la honradez del gobierno y la responsabilidad de toda la sociedad. Sin valores humanos no tiene mucho caso gastar en instrucción ni en escuelas o en uniformes o útiles escolares. Con valores todo; sin valores nada…
En materia educativa el Estado ha cometido los más enormes errores, ha tomado las más absurdas decisiones y a veces hasta voluntariamente ha hecho todo lo posible porque el sistema educativo nacional fracase. Crear seres conscientes es un riesgo pues la gente que piensa es peligrosa para el poder. Por eso regala televisores y no libros.
En escuelas incluso de nivel bachillerato no se sabe leer, se carece de la más elemental ortografía, no hay nivel de redacción simple, los alumnos poseen u muy reducido léxico y datos de conocimientos generales elementales no se poseen. Esto es real y muy grave.
Otro aspecto que desde mi punto de vista es muy sintomático de la pésima o mala educación en México es la falta de interés por la lectura. Este rubro es alarmante pues de acuerdo a organismos internacionales, en México al menos el 40 por ciento de la población jamás ha leído un libro en tanto que quienes sí tienen este hábito leen menos de un libro aunque los estudiosos oficialistas dicen que cada mexicano lee 3.5 libros al año contando los catálogos de perfumes y zapatos…
En Tlaxcala la situación es también muy grave pues en la mayoría de los municipios del estado no existe una sola librería y en muchos jamás se ha presentado un libro. La enorme mayoría de las tlaxcaltecas desconoce el nombre de un escritor local y mucho menos sabe el título de un libro de reciente publicación. Hay otra enorme mayoría de personas que jamás ha acudido a la presentación de un libro y esto incluye a maestros, funcionarios del sector educativo y políticos.
Con este panorama tan desolador y lejos de toda tendencia, habremos de entender por qué es tan necesario un cambio de mentalidad y actitud en este asunto de la educación y los valores y en que debemos estar involucrados todos, simplemente todos. La juventud se nos está yendo de las manos y las futuras generaciones tendrán como herencia y resabio un remedo de educación, una vaga referencia de los valores y una pésima enseñanza en medio de ríos de dinero y un cúmulo de buenas intenciones y cuentas alegres.
Logremos que la educación logre seres conscientes, no con títulos y doctorados, hagamos de los hombres y mujeres entes educados no sólo instruidos, produzcamos en las aulas sociedades responsables y libres, no únicamente seres vivos. La tarea es ardua pero se debe empezar ya pues mañana o después, puede ser demasiado tarde.