Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Cada proceso electoral es un encuentro con la historia y cada uno se ha escrito de diferente forma con actores, tramas y finales diferentes. Cada elección es una cita con la posibilidad y la esperanza y es la búsqueda de lo anhelado, del utópico cumplimiento de la promesa de campaña.
Todas las convocatorias a las urnas tienen la nobleza o la ingenuidad, la intención o el objetivo de permitir la selección, entre muchas personas, de los mejores hombres y mujeres que puedan gobernar y dirigir el destino de un pueblo y administrar con honradez y transparencia los impuestos.
Y entonces se propone gente diversa que trata de convencernos con su elocuencia y nos presumen su real o supuesta trayectoria y experiencia, su proba vida e inmaculado pasado y nos pintan un futuro fabuloso con logros, crecimiento, desarrollo y avance que nos acerque al paraíso y nos confunda con un sueño o una fantasía.
En realidad, el proceso electoral 2024 es una pesadilla no sólo por la terrible y vergonzosa cantidad de candidatos muertos y heridos a lo largo y ancho del país y no sólo por el absurdo e inútil gasto en propaganda, sino por la evidente ambición de poder de algunos personajes oscuros que no tienen otro objetivo que utilizar el cargo para enriquecerse con el dinero del pueblo.
Los métodos que han elegido para llegar son diversos y en muchos casos nada tienen que ver con la política y la democracia, que están alejados del discurso y el convencimiento o el proyecto y la unidad con el pueblo y en cambio caminan por la violencia y la dispersión indiscriminada de dinero para llegar a cualquier costo.
A cualquier costo y que se lea así de fuerte y agresivo, pues para alcanzar el triunfo en las urnas intimidan, amenazan, golpean, matan o mandan a asesinar, destruyen propiedades, regalan dinero o despensas y alteran el orden y los resultados. Lo que pudiera y debiera ser una fiesta democrática es una exhibición de brutalidad y sinrazón.
Sin embargo, pese a lo cruel que es la realidad política y electoral en México y en Tlaxcala, no obstante lo patético del discurso, aún debemos darle espacio a la esperanza y tenemos que permitirle el paso la democracia y al entendimiento y a la paz social.
Entre la negrura del panorama que nos pintan los malos mexicanos y tlaxcaltecas ambiciosos, todavía hay un rayo de luz y un aliento de vida para quienes creemos en el amor a la patria y a sus hijos.
El otro frente, el positivo, la otra versión de la historia, la mejor, es la de la esperanza y el de la oportunidad de una vida y destino diferente al que quieren imponernos los malos y por eso, vayamos a votar, muchos, todos, con fe, con esperanza, con fuerza, por los buenos y buenas, por México en lo general y por nuestra familia en particular.
Vayamos a las urnas en masa para vencer el miedo y a los delincuentes que han secuestrado las elecciones y las candidaturas, unámonos en una oración representada en la boleta electoral e invoquemos a la paz nacional eligiendo por conciencia e inteligencia y no por ambición o ignorancia.
Este 2 de junio, a pesar de todo y de algunos, vamos a votar.