Diciembre me gustó pa’ que te fueras

Guadalupe Morales Islas

Elena es supervisora de producción en una empresa de Tlaxcala y, desde el 24 de diciembre, mujer libre: su esposo decidió dejarla por otra señora. Simplemente se fue dejándola con sus dos niños de seis y ocho años de edad. Y lo peor: a unas horas de la navidad.

Cuenta que Manuel se portaba extraño desde hacía ya algún tiempo atrás, se mostraba distraído, callado y confundido; poca atención prestaba a la plática de la doña y menos atendía a los niños con los que prácticamente dejó de jugar. Era otro de un tiempo acá.

Elena intuyó el motivo porque dice, una mujer no necesita saber las cosas: las siente y las presiente. Cuando se las cuentan ya sólo confirma la información. Las damas tienen un sentido más que los hombres, dice.

Así es que ella sabía que Manuel tenía otra mujer y que él no sabía cómo decírselo, que no sabía como enfrentar la situación. Era esquivo y poco efectivo en la intimidad. Rechazaba sus atenciones y detalles y hasta se molestaba por una muestra de cariño o de preocupación por él.

Ella sólo esperaba que al hombre se le pasara la calentura de la aventura o que, de plano, más pronto que tarde, propusiera una solución definitiva, y esta llegó el 24 de diciembre, como a las 4 de la tarde en que llegó del trabajo.

“Llegó y se sentó en el sillón; estaba mudo, y su rostro era inexpresivo. De vez en vez se levantaba, daba paseos de león enjaulado dentro de la sala y se volvía a sentar. Yo me hacía que no lo notaba o que no me importaba”

“Pero decidí enfrentarlo; total, que de una vez pasara lo que fuera a ser más tarde, así es que le dije: siéntate, tranquilo, y dime qué te pasa, ya no andes con rodeos, no tiene caso que pospongas lo que ya tienes en mente”

“Me voy, dijo. Ya no te quiero, lo nuestro se acabó, perdóname por la forma en que te lo digo, pero no encuentro otra forma, tampoco puedo seguir fingiendo. Espero que me entiendas y que no me guardes rencor. Por favor perdóname…”

“Yo lo sabía, le dije. Sé con quién te vas, no soy tonta, lo supe siempre, desde el principio. Hasta te agradezco que hayas tenido los tamaños para decírmelo de frente. Y no, no te guardo rencor, ni deseo que te vaya mal, por el contrario, échale ganas”

“Así es que se levantó, buscó una maleta, metió poca ropa y algunas cosas y se fue. Así de simple. Antes le pregunté: ¿y los niños? Se te quedan, cuídalos, no les digas nada malo de mí. No les dio importancia a nuestros hijos”

“Le hablé a mi mamá y a mis hermanos y llegaron rápido pensando que me estaba pegando porque una que otra vez me pegó. No, les dije, ya se fue. Me apoyaron desde ese mismo instante: no te preocupes, nos tienes a todos. Mis carnales me dijeron: cuenta con nosotros para todo. Mi mamá me abrazó y me dijo: aquí está tu madre para lo que se te ofrezca”

Elena no llora, ríe así sea de tristeza. Cree que fue mejor así pues estar sola es mejor que vivir en el infierno de la indiferencia, del rechazo, de los malos modos. Porque, asegura, en los días recientes Manuel era grosero, vulgar, agresivo. Y ella no soportaba sus desprecios.

Hasta llegó a pensar que, si su marido se iba a ir, que su despedida fuera lo más pronto posible y sin dramas. Dijo que, si ya no era feliz con ella, pues que disfrutara su vida con otra, como se llamara y como fuera. Sabía que iba a doler, pero también se dijo preparada para ese momento.

“Esa noche me puse hasta la madre… la navidad me encontró borracha como nunca pensé que fuera capaz. Lloré como desesperada y menté madres. Chillé porque tenía motivo y tenía derecho… y mi gente me consoló y chilló conmigo. Me dieron permiso de eso y yo me permití estar triste unas horas, pero sólo eso, unas horas”

Es joven y guapa. Y fuerte física y moralmente y no tiene la menor duda de sacar adelante a sus hijos, de ser padre y madre y todo lo que tenga que ser por ellos, los pequeños. No tiene en mente involucrarse en una relación sentimental pronto.

“No estoy urgida ni necesitada, no tengo un letrero en la frente que diga que quiero hombre. Estar sola no quiere decir que estoy vacante… pa qué juntarme con alguien si va a ser el mismo infierno nomás que con diferente demonio; no tengo que demostrarle nada a nadie y lo primero son mis hijos así es que por ellos y para ellos, la vida sigue…”

Elena luce radiante: va a salir al supermercado del centro de Tlaxcala a comprar cosas para sus hijos: con lo que le dieron de aguinaldo dice que se va a dar unos lujos. Así es que canta a todo pulmón una canción que escucha en la radio: diciembre me gustó pa que te fueras…

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