Legalidad y justicia

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

Le pediría a los gobiernos, de todos los niveles, de todos los partidos y de todos los tiempos, que más que imponer la ley, debieran hacer justicia. La historia nos habla de gigantes de la filosofía y del pensamiento supremo que crearon los códigos, los tribunales, las cortes y las constituciones en las que plasmaron su idea de ley de obediencia obligada para todos, unos aplicándola y otros, obedeciéndola.

Pareciera que es lo mismo, ley y justicia, sin embargo, en lejanos tiempos, la esclavitud era legal, pero a la luz de entendimiento y la civilización, no era justa; en algunos países, actualmente, es permitido por la ley que las mujeres infieles sean lapidadas hasta la muerte y aunque así lo establecen sus preceptos, jamás podría ser considerado justo. El ejercicio de la ley ha permitido injusticias vergonzosas para la raza humana.

En estos días el presidente de la república mexicana, Andrés Manuel López Obrador, ha decretado la extinción de 13 de los 14 fideicomisos que se encontraban vigentes y que beneficiaban a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, más no a los trabajadores, que si bien eran legales pues estaban creados por ese poder, eran injustos pues hacían de esos funcionarios públicos unos verdaderos reyes en un pueblo urgido de igualdad, de justicia, de solidaridad y de respeto a la dignidad. Esas figuras pudieron ser legales, pero eran la muestra más cruel de la desigualdad e ilegalidad.

El voto por MORENA y por quien en esos tiempos era candidato a la presidencia de la república, fue para buscar la legalidad entre todos los mexicanos. Se le confirió el máximo cargo del país para poner atención en aquello que nos hacía miserables ante el poder y se le exigía recurrir a lo que fuera con el fin de erradicar lo que por ley nos hacía diferentes y lograr que sin violencia y sin violar los derechos humanos, nos acercara a lo justo. A López Obrador le espera el juicio de la historia y esta, no va a registrar complicidad, corrupción ni desinterés.

El actual presidente de nuestro país ha llegado para extirpar muchos abusos enraizados en el poder, ha logrado poner fin a privilegios vergonzosos de unos cuantos y ha puesto a los servidores públicos en su lugar: en donde deben servir sin ventajas. Ha tocado intereses, ha dañado acuerdos, ha avanzado en el combate a la corrupción y ha hablado de frente, con el lenguaje de quienes buscan justicia por encima de las leyes a modo o para beneficio de unos cuantos.

A este hombre lo critican, juzgan y sentencian por lo que está haciendo en materia de ley y justicia. Es normal. De todos modos, si no lo hiciera así, también sería blanco de la crítica y del señalamiento cruel de quienes no lo quieren de ninguna forma. Si hace algo, sus críticos consideran acto equivocado y si no actúa, lo tachan de pusilánime, cómplice, apático y mal gobernante. Se requiere de una ideología suprema, de una visión plena, de una voluntad inquebrantable y de una enorme pasión por México para arriesgarse al rechazo general y al fracaso siempre posible.

Al presidente se le hace juicio, pero gana siempre la justicia por encima de la ley que, aunque pareciera lo mismo, la ley a veces trasgrede la armonía y trae consigo violencia e inestabilidad; la justicia da a cada cual lo que merece y otorga igualdad a los seres. La ley es fría, a menudo se vende al mejor postor, es selectiva, lenta, errática e inconstante… la justicia siempre será el mejor camino y la mejor decisión.

Al primer mandatario no creo que le importe mi opinión, ni siquiera sabe que existo. Tampoco creo que requiera ser defendido si acaso hubiera de qué defenderlo. Pero me queda claro que su proyecto de nación incluye hacer justicia y de ser posible, también aplicar la ley. Sin convertirse en persecutor de malos ni vengativo para sus contrarios, avanza hacia la igualdad.

Cierto, las formas y hasta el lenguaje que ocupa para hacer sus cosas no son precisamente las mejores o las que quieran complacer a nadie, incluso en ocasiones resulta chocante su modo de hablar, pero no lo hace para quedar bien o hacer enojar a alguien. Es su estilo. Y le está dando resultados a pesar de quien no ve bien absolutamente nada. Que si aún hay mucho por hacer, que si no se han visto cumplidas las expectativas de cambio, puede ser… pero por alguna razón tiene esos niveles de aceptación que muchos mandatarios del mundo quisieran.

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