Isaías Chanona Hernández
He tenido el privilegio de ser testigo de la complejidad y diversidad de los desafíos que enfrenta todo el país. Sin embargo, hoy me enfoco en un problema crítico y persistentemente desatendido: la pobreza en Tlaxcala.
Las cifras son innegables y desgarradoras. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2023, el 52.5% de la población de Tlaxcala vive en situación de pobreza. Este número es 6.5 puntos porcentuales superior al promedio nacional, que se sitúa en 41.9%. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 52.5% de la población de Tlaxcala vive en situación de pobreza, es decir, que no cuenta con los recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas. Detrás de estas estadísticas se encuentra una realidad ineludible: más de la mitad de la población de la identidad lucha día a día para satisfacer necesidades tan básicas como la alimentación, la atención médica y la educación.
Lo que es aún más preocupante es que, a pesar de los esfuerzos aparentes, la pobreza en el estado no solo persiste, sino que también ha aumentado ligeramente en los últimos cuatro años. Esta tendencia al alza debería ser una alarma que nos insta a reevaluar y reorientar nuestras estrategias para abordar este problema crucial.
Si profundizamos en los datos, podemos identificar los municipios más afectados por esta crisis. San Pablo del Monte, Ixtacuixtla, Tlaxcala, Huamantla y Apizaco son nombres que sobresalen, donde la pobreza supera el 60% de la población. Detrás de estas cifras hay familias enteras que afrontan la incertidumbre y la adversidad en su búsqueda de una vida mejor.
El problema fundamental que provoca la pobreza es la desigualdad económica ya qué es muy alta, con el 1% de la población concentrando el 42% de la riqueza.
Esta desigualdad económica tiene un impacto significativo. Las personas que viven en la pobreza tienen menos acceso a la educación, la salud, el empleo y otras oportunidades que las personas que viven en la riqueza. Esto hace que sea más difícil para las personas salir de la pobreza y alcanzar la prosperidad.
El gobierno ha implementado programas destinados a abordar la pobreza en la región, como el Programa de Desarrollo Social Comunitario, el Programa de Apoyo Alimentario y el Programa de Educación Superior. Sin embargo, es evidente que estos programas no han tenido el impacto necesario para cambiar la realidad de la pobreza en el estado.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué se necesita para superar este desafío? La respuesta no es sencilla. Desde el nacimiento del Movimiento Antorchista en 1974 se planteó combatir la pobreza en el país y para ello es necesario cambiar el sistema económico en el que se vive, es ineludible que el pueblo se tiene que organizar para tomar el poder y así gobernar en beneficio del pueblo trabajador y no solo para unos cuantos realizando un cambio verdadero.
El Movimiento Antorchista ha trabajado en la lucha contra la pobreza. En los últimos años, ha construido escuelas y centros de salud, también ha organizado campañas de alfabetización y educación para el desarrollo, que han beneficiado a miles de personas. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para erradicarla.
Debemos entender que la pobreza sí se puede combatir y eliminar, que no se trata de dar dadivas a los más necesitados, sino de combatir a la pobreza, hasta exterminarla y desterrarla para siempre; pero eso solamente lo puede hacer el pueblo organizado y consciente de su realidad lacerante, invitó al pueblo de Tlaxcala a unirse a la lucha por una sociedad más justa y equitativa.
Antorcha ofrece a las personas la oportunidad de participar en la construcción de un futuro mejor para todos.