Izcaxochitl Citlalmina Martínez Medina
“La educación de la juventud no es ni poco ni muy importante; tiene una repercusión universal y absoluta” fue la frase con la que hace casi dos milenios y medio Aristóteles definía la importancia de la educación en una sociedad y hasta del mundo entero. Y es que desde la antigüedad se comprendían las repercusiones y beneficios potenciales de llevarse a cabo correctamente esta tarea dentro de los individuos de una sociedad y, en caso contrario, las consecuencias profundas que supondrían no hacerlo. Tan trascendente es la educación en la época de Aristóteles como en nuestros días.
Una sociedad que invierte en educación no solamente propicia un mejor nivel académico, una mejor comprensión del mundo o una mejor calidad de sus jóvenes como seres humanos, sino que estos, una vez terminada su fase estudiantil, podrán integrarse de manera más eficiente a su actividad como profesionistas, desarrollando enormemente las capacidades científicas y productivas de la sociedad en cuestión, es decir, abrir las puertas a un mejor potencial de desarrollo social. Invertir en educación significa en última instancia invertir en agua para las colonias, en luz para las casas, en mejores sistemas de drenaje y alcantarillado, en alimento para los necesitados, en mejores hospitales, en tecnologías para el campo y, por su puesto, en mejores planteles educativos con profesionistas que puedan educar, con la misma calidad o superior, a las nuevas generaciones. Poco puede sobrevalorarse la importancia de la educación para un país y el nuestro no es la excepción.
Desgraciadamente en México, el apoyo a este sector ha caminado en una dirección totalmente opuesta, disminuyendo drásticamente, sobre todo en los últimos años, el recurso destinado a este rubro que de por si era ya escueto. Según datos de la OCDE, en un estudio titulado “Panorama de la Educación 2022”, México invierte en educación casi cuatro veces menos que países de la OCDE (3.6 veces menos por alumno en educación primaria y 3.9 menos en nivel secundaria): destinando alrededor de 2,977 por estudiante en nivel primaria, cuando el promedio es de 10,722 dólares; en nivel secundaria se destinaron 2,890 dólares, siendo el promedio de los países de la organización de 11,400. A nivel superior se presentó un incremento, como ocurre en todos los países, invirtiéndose 7,341 dólares por estudiante siendo sin embargo muy inferior a los 17,559 dólares promedio de la OCDE. En este estudio también se especifica que dentro de los países que conforman la organización México tiene la tasa más baja de educación superior, pues solo el 27 por ciento de las personas entre 25 y 34 años alcanzaron este nivel.
Ante este panorama, el gobierno de López Obrador y su partido de MORENA, lejos de tomar medidas para tratar de mitigar esta crisis educativa para este 2023, no han hecho más que aumentar los recortes presupuestales de la federación en las instituciones de todos los niveles. Para este año el gobierno federal disminuyo el presupuesto al Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (Inifed) aprobándose un gasto de 199 millones 818 mil 958 pesos, cifra 49% menor al presupuesto aprobado en 2022, que fue de 393 millones 672 mil 942 pesos, según datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, un golpe demasiado duro para las escuelas públicas que en general son las que albergan a los hijos de las familias más humildes del país quienes muchas veces no tienen el recurso para pagarse una educación privada.
Este descomunal recorte, significa dejar sin la posibilidad de una mejora en las aulas de las instituciones, en sus laboratorios, en sanitarios, en sus bibliotecas etc., algo que sin lugar a duda se reflejará en el nivel educativo de los alumnos, pues varios especialistas en estos temas coinciden en que existe una relación positiva entre la calidad de la infraestructura educativa y un mayor aprendizaje de los estudiantes. Fenómeno semejante se presenta a nivel superior. Durante este periodo presidencial se han visto atacados constantemente muchos programas de becas universitarias, tal es el caso de las becas del CONACYT destinadas a estudiantes que se encuentran realizando maestrías y doctorados ya sea en el país o en el extranjero y más recientemente las becas Elisa Acuña, un programa al que la actual administración federal ha venido drenando con el tiempo.
Desde el 2021 el gobierno acordó con la UNAM que para que siguiera existiendo este apoyo a jóvenes de excelencia que estén trabajando en su tesis o servicio social, esta debía dar ahora el 50% del presupuesto y el gobierno federal la otra mitad. Pero, lejos de contentarse con semejante recorte, este año la SEP informó que ya no contaba con los recursos para apoyar ni siquiera con la mitad del presupuesto de las becas como se había acordado, sino que el costo debía pasar a ser absorbido en casi su totalidad por la universidad, afectando con esta decisión a más de 55 mil universitarios que inmediatamente salieron a manifestarse de diferentes facultades. Ante esta situación queda hacernos las siguientes preguntas ¿Cuál es la razón de todos estos recortes a la educación? ¿Cuánto dinero se ahorró y en que está siendo destinado?
Ante estas preguntas no ha habido respuestas concretas, todo el contrario. El 93% de los archivos de la SEP que comprueban el ejercicio de recursos de 2021 del programa LEEN están perdidos y se desconoce el destino de 1,384 millones de pesos de pago de las Benito Juárez para la educación media superior. A esto, agreguémosle las distintas inconsistencias de transparencia, no ya del ámbito educativo, si no de los demás frentes sociales a los que la actual administración le ha invertido, dejando siempre dudas sobre presupuestos, ejecuciones, etc.
Las declaraciones de Aristóteles en contraste con la historia y el presente de la situación educativa en México nos permitirán entender por qué se repite incansablemente que cuando se meten con la educación de los niños se meten con el futuro de México. El presente en es futuro de una época pasada, y ¿cómo pinta? Ignorancia, analfabetismo, delincuencia, homicidios, envidia, corrupción, mentiras, calumnias, etc., que se reflejan desde los altos mandos, desde la silla presidencial, hasta las clases más pobres de nuestro país. Hoy se pregona un cambio que por ningún lado se ve que sea distinto a los garrafales errores del pasado, peor incluso pinta nuestro futuro con la nueva administración. De nosotros, del pueblo, depende el decidirse si les dejaremos a ellos esta responsabilidad o la tomamos en nuestras manos.