Izcaxochitl Citlalmina Martínez Medina
Finalizando el año 2022 y en los meses que van del 2023, los medios de comunicación en el estado de Tlaxcala han venido llenando sus carátulas con noticias muy alarmantes sobre la inseguridad y la violencia: linchamientos, robos a mano armada, homicidios, asaltos, trata de blancas, allanamiento de casas habitación, falta de respuesta por parte de las autoridades, etc., son los encabezados de todos los medios.
Desde tiempos remotos, el asunto de la violencia ha sido tema de análisis y discusión que ha ocupado cuantiosos textos para poder sus autores responder al surgimiento, desarrollo y crecimiento de este fenómeno. Y he de decir, amable lector, que en estas líneas yo no pretendo, ni podría, tener la última palabra al respecto y esclarecer de una vez por todas, las causa y soluciones a estos eventos, pero si quisiera decir algunas precisiones al respecto por que es un tema muy presente en nuestra vida cotidiana y que afecta, en primer lugar, a las personas que viven de cerca el fenómeno, pero de igual forma a la sociedad entera.
El tema de la violencia encontró en la obra de Marx un tratamiento expreso que se inscribe en el marco de su teoría de la alienación, primero en los “Manuscritos económicos-filosóficos” de 1844 y, posterior y culminantemente, en “El Capital”. Evidentemente, la obra escrita de Marx no aborda todos los aspectos que se discuten sobre el fenómeno, pero el estudio y metodología, deja en claro puntos insoslayables de los que podemos partir para hablar sobre la violencia como un fenómeno social.
La teoría de la alienación es, en resumidísimas líneas, en virtud de la apropiación privada de los medios indispensables de producción de bienes materiales, base material de toda sociedad, por parte de la burguesía en este sistema capitalista de producción que, al mismo tiempo, se apropia de los bienes y riqueza generados en el proceso, estos se le presentan ante quienes los producen, es decir, a los trabajadores, como entidades ajenas a las que deben someterse: “si el producto del trabajo no pertenece al trabajador, si es frente a él un poder extraño, esto solo es posible porque pertenece a otro hombre que no es el trabajador […] mediante el trabajo enajenado, crea el trabajador una relación de este trabajo con un hombre que está fuera del trabajo y que le es extraño…” (Marx, 1844). Llega así Marx al concepto del trabajo enajenado partiendo de la Economía Política como resultado de la propiedad privada.
De este principio, de la enajenación económica, alienación fundamental debido a que la economía es la base del edificio social, se derivan la alienación jurídico-política y la ideológica, conjunto de alienaciones que permean en la vida de todos los individuos, dando así el carácter fetichista a todas sus creaciones. Bajo el capitalismo, pues, los hombres no son dueños de sus creaciones económicas, políticas, jurídicas e ideológicas, dependen así del ritmo que imponen sus creaciones, cosificando sus relaciones entre hombres, dando esto lugar a unas “relaciones materiales entre personas y relaciones sociales entre las cosas” (Marx). Esta enajenación, siguiendo al razonamiento, le es útil a los intereses de la clase dueña de los medios de producción, a la clase dominante, misma que se ayuda del Estado, mostrándolo ante los hombres como un “garante del bien común”, creando leyes que permitan esta producción y reproducción de enajenaciones con el único fin de preservar intactos los intereses de los poderosos.
Así pues, la alienación económica es un tipo de violencia estructural que hunde sus raíces en la estructura económica de la sociedad y que consiste en el despojo de los trabajadores de sus condiciones de producción; el trabajador directo es separado mediante la fuerza estatal y privada, de sus condiciones de trabajo que le permita ser mano de obra libre, dispuesta a venderse a cambio de un salario. Este tipo de violencia estructural nace y se mantiene como requisito en este sistema, pues de esta manera asegura que exista en el mercado la fuerza humana de trabajo, venta necesaria si el propietario no quiere caer en condiciones de pobreza, miseria socioeconómica y deshumanización.
Esta separación, de la cual se encarga y asegura el aparato de Estado, es efectuada a través de una violencia legal, pues cada vez que los desposeídos se procuran la salvación, se hace uso de las instituciones legales (leyes, tribunales, fuerzas armadas) para evitar, a costa de la represión según la resistencia que encuentren, la insubordinación.
Entonces, ¿qué viven los hombres y mujeres inmersos, inevitablemente, en este sistema de producción y reproducción de estas condiciones? Violencia y más violencia por parte del Estado; por parte de las condiciones sistémicas que los dejan en la miseria económica y mental, pues la falta de trabajo no solo los priva de los recursos para satisfacer sus necesidades inmediatas, si no también las mediatas de educación, arte, cultura, condiciones que los hace caer en los mismos actos que les enseña el aparato de Estado como el uso de la fuerza del fuerte contra el débil, fuerza que no solo es física, de aquí también se desprende el bullying, la falta de paciencia, del uso de la razón para la solución de problemas, etc.
Así pues, queda perfectamente claro como esta ola imparable de violencia que se vive en todos los ámbitos y niveles de la sociedad, no son producto del individuo que lo ejerce, si no que responde a un fenómeno social. La violencia tiene un origen exógeno, es decir que no es propio de un individuo.
Esta, en todas sus manifestaciones, tienen su origen en la sociedad y la forma en la que funciona, de forma que lo que haya de violento al interior de un individuo, no es más que el reflejo de una determinada sociedad en su conjunto. Decía Marx en sus “Tesis sobre Feuerfach”: la esencia humana es, en realidad, el conjunto de las relaciones sociales.
Si queremos acabar con la violencia, debemos acabar con lo que la origina. Debemos acabar con la propiedad privada de los medios de producción de los bienes materiales de subsistencia de nuestra sociedad, y con el aparato de Estado que se asegura de mantener las cosas como funcionan hasta el momento a través de leyes, las fuerzas armadas, etc. Pero antes, mucho antes de acabar de tajo con esto, debemos comprender la esencia de la existencia de estos fenómenos sociales. La violencia, así como la pobreza, el hambre, la injusticia, la falta de educación, la privatización de arte, cultura, deporte, la pornografía, el individualismo, etc., son hijas de un problema mayor que es esta forma tan inhumana de relacionarnos para producir. Antes de tomar cualquier decisión, debemos ser capaces de manifestarnos a través de nuestra propia organización y educación, prepararnos para entender el funcionamiento de nuestra sociedad y así, en conjunto, trabajar y luchar por arrancar de raíz, el mal mayor de los males de nuestra sociedad.